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Bogotá (Colombia), 9 de mayo de 2014. En el último año el 42 % de las personas mayores de 60 años de Bogotá fue víctima de algún tipo de agresión, como insultos, bofetadas, patadas y, en unos casos, hasta de abuso sexual y secuestro.

Esas acciones de intolerancia contra quienes presentan un grado mayor de vulnerabilidad y, en muchos casos, de indefensión, las cometieron, en mayor grado, miembros de la comunidad o vecinos del barrio o del mismo edificio donde los ancianos viven (23,4 %).

Estas son algunas de las conclusiones del estudio «Salud, bienestar y envejecimiento-Sabe en Bogotá», que realizó el Instituto de Envejecimiento, de la Facultad de Medicina de la Universidad Javeriana y Colciencias.

La investigación efectuada entre junio del 2012 y febrero del 2013, con una muestra de 2.000 mayores de 60 años, reveló cuál es la radiografía actual del adulto mayor de la ciudad, su estado de salud, fragilidad, experiencias, atención, discapacidad y otros aspectos sociales.

En relación con el maltrato, el estudio encontró que, pese a los insultos y violencia física cometida contra los adultos mayores, más de la mitad de estas víctimas (55 %) no pidió ayuda ni denunció a sus agresores por varias razones: no cree en la justicia (26 %), considera que eso es «parte de la vida» (23,4 %), no sabe a donde ir (17,8 %), teme sufrir más golpes (13 %) o que quede abandonado a su suerte (3,5 %). Otros afectados (4,8 %) callaron la agresión por física vergüenza o para no revivir esa humillación.

Los investigadores dijeron que la encuesta evidenció que las mujeres mayores son las que padecen más la violencia intrafamiliar, causada por los “hombres que asumen roles de ofensores”.

Otro aspecto que llamó la atención del estudio es que nuestros viejos están quedándose solos, y en varios de esos casos están prefiriendo, cada vez más, su independencia: un 12,6 % presentó ese estado de vida, según el estudio.

El director del Instituto de Envejecimiento, Carlos Cano, investigador principal del estudio, dijo que ese porcentaje “es alarmante” y muestra que es una tendencia en aumento, pues hace 12 años el porcentaje fue de 7,1 mayores que vivían solos, es decir, en ese lapso hubo un aumento de 5,5 puntos.

“Esto puede interpretarse –agregó Cano– como efecto del proceso de transición demográfica, porque los hijos se casan y los ancianos enviudan. El hecho de vivir solo tampoco se debe asociar con la depresión, sino igualmente con un deseo de independencia. Pero es una población vulnerable y hay que protegerla”.

En cuanto a estado físico y salud, el 60 % de los entrevistados mostró fragilidad. Además, se identificaron las enfermedades que más afectan a esta población, como la hipertensión (58, 5 %), discapacidad (53 %) y desnutrición o alto riesgo de presentarla (17,7 %). La depresión, según el estudio, la sufre uno de cada cuatro mayores y afecta más a las personas sin pensión, con poca educación y recursos económicos.

Fuente: El Tiempo

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