Adultos mayores del mañana

Ciudad de México, 3 de septiembre de 2014. Por Claudia Sofía Corichi, senadora del PRD

La semana pasada escribía sobre cómo ser adulto mayor es tema complejo, pues habiendo conocido la independencia, muchos y muchas hallan difícil rencontrar un rumbo pleno a sus proyectos de vida debido a barreras de salud, sociales, económicas o incluso culturales. Mientras tanto, las políticas dirigidas hacia el sector divagan entre el asistencialismo y la exclusión. Sin embargo, el impacto económico del envejecimiento de las sociedades en todo el mundo se ha convertido en uno de los temas más controversiales en las últimas semanas.

Según el «Informe de Envejecimiento Mundial 2013» de Naciones Unidas actualmente hay más de 840 millones de personas de 60 años o más en todo el mundo. En América este grupo representa más de 135 millones de individuos, y según indica la OMS para 2020 en la región habrá un poco más 200 millones en esta circunstancia. En México según el último informe del Consejo Nacional de Población (Conapo), habitan 10,5 millones de personas  mayores de 60 años, es decir 9 de cada 100 mexicanos, de los cuales destaca que el 82% de ellos vive algún grado de pobreza.

El tangible cambio demográfico que experimenta el mundo entero -especialmente las economías avanzadas- está teniendo un impacto considerable en el gasto público, por lo que el Fondo Monetario Internacional, presidido por Christine Lagarde -mujer cercana a los 60 años-, ha lanzado en su informe anual sobre la Estabilidad Financiera Mundial una polémica «fórmula-remedio» para este fenómeno: aumentar la edad de la jubilación, ligar ésta a la esperanza de vida, recortar las pensiones, incrementar los montos de las cotizaciones y contratar, con aseguradoras privadas, coberturas para ese «riesgo» de que la gente viva más de lo esperado.

El llamado «riesgo de longevidad» se origina en relación al aumento de los años de vida, el aumento constante del gasto en salud pública para el sector y los pasivos de las pensiones. Actualmente en nuestro país la esperanza de vida de las mujeres es de 77,8 años y de 73,1 años en hombres; siendo impresionante el cambio en unas décadas, pues en 1930 la vida promedio era de 36,8 años, menos de la mitad de hoy. Según el propio FMI este cambio y el cada vez más constante envejecimiento de los mexicanos nos cuesta 400 mil millones de pesos anuales.

Sobre el gasto público en atención a la salud para adultos mayores vemos pobres resultados, pues cifras del Coneval indican que apenas 2 de cada 10 personas en senectud pueden enfrentar los costos de atención médica. Y pese a haberse ampliado el programa «Pensión para Adultos Mayores», la inversión en salud se redujo 34.27 % en los últimos 3 años, lo que agrava el problema, sobre todo por la tendencia de los ancianos a utilizar los servicios curativos y especializados, aunado a los pocos cuidados a la salud que elevan los costos de la atención y la falta de geriatras de la que ya habíamos comentado. Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares 2010, los hogares sin adultos mayores gastan en su salud $1.199 trimestrales, incrementando a $1.561 cuando los hogares se componen por al menos una persona mayor de 60 años.

Finalmente hay que indicar que el pago de pensiones, que para mayo de 2014 ascendía a más de 193 millones de pesos, no es ni la mitad de lo que se pagaba en el año 2000. Se trata de una crisis, que aumentará  mientras no exista una ampliación  de la base recaudatoria y una progresividad en los impuestos que se pagan, incluyendo una intergeneracional.

El modelo de Gobierno de la izquierda en la Ciudad de México o el de Zacatecas -donde pude implementar el programa de apoyos a adultos mayores- fue el que puso acento en las personas de edad, mismo que poco después se replicó en el país bajo el planteamiento de la bancada del PRD en la Cámara de Diputados hace un par de años, y el que gobiernos de diferentes cortes -al ver en ello un rédito político-, decidieron replicar muchas veces a medias.

Atender a nuestros adultos mayores debe ser reconocerles sus derechos como ciudadanos de primera clase. Su contribución a la sociedad para el caso de los que son abuelos continúa,  pues más del 60 % de los 3 millones de niños que se quedan en casa son vigilados por ellos, es decir su apoyo al cuidado y por ende a la economía familiar, nos debe dar una nueva pauta para valorarles su experiencia, legado y amor que siguen ofreciendo. La idea es darles un trato justo pues han dado una vida por ello, no los olvidemos.

Fuente: El Sol de México

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