Desprecio a la vejez y a las pensiones

México DF, 14 de marzo de 2016. Por Luis Alberto Vázquez Álvarez. El escriba egipcio, Ptah-Hotep, visir del faraón Tzezi, hacia el año 2,450 a.C. escribió: «¡Qué penoso es el fin de un viejo! Se va debilitando cada día; su vista disminuye, sus oídos se vuelven sordos; su fuerza declina, su corazón ya no descansa; su boca se vuelve silenciosa. Sus facultades intelectuales disminuyen y le resulta imposible acordarse hoy de lo que sucedió ayer. Todos los huesos están doloridos. Las ocupaciones a las que antes se abandonaba con placer, sólo las realiza con dificultad, y el sentido del gusto desaparece. La vejez es la peor de las desgracias que puede afligir a un hombre«.

En la prehistoria, los sociólogos encuentran dos actitudes ante los «ancianos«; venerados por su sabiduría y respetados como sabios o, en otro momento, abandonados por inútiles para que las fieras los devoraran.

En la Grecia clásica se crean instituciones políticas integradas por ancianos que gobernaban las principales ciudades y asilos de caridad preocupadas del cuidado de los adultos mayores necesitados llamadas gerusía.

Entre los hebreos, según la Biblia, los mayores ocuparon un lugar privilegiado. Dios le dice Moisés: «Ve, reúne a los ancianos de Israel y diles…» y en otro momento le ordena: «Vete delante del pueblo y lleva contigo a los ancianos de Israel«.

Roma, el imperio más majestuoso de la antigüedad, dedicó mucha atención a sus ancianos y se planteó desde todos los ámbitos dar respuestas a sus problemas.

La iglesia católica desde sus inicios tuvo seria preocupación por los pobres, entre los cuales, los ancianos abundaban. A partir del Siglo III los hospitales cristianos empezaron a ocuparse de ellos.

En la Edad Media y entrado el renacimiento, la suerte de los viejos se ve diferenciada por el dinero; los ricos, incluidos reyes y nobles, optan por retirarse del poder político y/o económico a monasterios a descansar sus últimos años y los ancianos pobres, sufrirán desprecios y olvidos, viviendo en la miseria. Curiosamente la peste prefirió a jóvenes y niños, por lo que creció el número de ancianos.

En la modernidad, un hito significativo para todo ciudadano laborante es la jubilación. Palabra tomada del latín «jubilare» que significaba «lanzar gritos de júbilo» significado que para la mayoría de los mexicanos contemporáneos sonaría a sarcasmo.

En junio de 2013 Banamex reportó una pérdida de92.960 millones de pesos en las inversiones con los fondos de pensiones de trabajadores de empresas públicas y privadas; ello representó un descenso del 3,83 % de lo acumulado para el retiro de millones de mexicanos que apuestan vivir su vejez con dignidad, suponiendo el manejo correcto de sus fondos de pensiones.

Actualmente el 6,6% de la población mexicana tiene 65 años o más; ello representa casi ocho millones de personas según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía-INEGI. Pero apenas un 21 % de los adultos mayores recibe apoyo y otro tercio de retirados vive en el umbral de la pobreza. Es por eso que la situación de las pensiones para jubilados «es alarmante y preocupante«.

Esta injusta situación con quienes fueron la fuerza laboral en los años del crecimiento de esta nación, están incrementando el número de pobres y más aún cuando en 2015 se redujo un 5,3% el gasto federal para el apoyo de adultos mayores.

El problema se agrava cuando tanto el Instituto Mexicano del Seguro Social-IMSS como el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado-ISSSTE presentan un alto déficit en sus recursos para pensiones. Este último tiene una carencia por 77 mil millones de pesos, según datos proporcionados por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Ello conlleva a que la llamada tasa de retorno, es decir, lo que un trabajador recibe como pensión, sea sólo el 28,5% de su último sueldo cotizado, es decir, que si ganaba diez mil pesos mensuales, ahora percibirá alrededor de tres mil pesos; otros mil si agregamos los aumentos por años y dependientes; y falta descontar la voracidad hacienda, porque estará sujeto a impuestos, aunque toda su vida laboral los haya pagado; por ello muchos dudan en pensionarse cuando no pertenecen a los sindicatos privilegiados de las empresas paraestatales.

Las reformas propuestas para abatir este grave problema son aumentar el número de años de servicio para obtener una pensión. En varios países del mundo esta política ya ha sido implementada. Pero en México el problema es el terrible faltante en los fondos de pensiones, que normalmente podemos achacárselo a la corrupción galopante en prácticamente todas las áreas de la administración pública. E incluso en empresas paraestatales, como el caso de CFE, que tiene un conocido faltante de 47.781 millones de pesos, que en realidad no son nada si los comparamos con los billones deficitarios: uno y medio de Pemex y otro similar por mil trescientos millones de pesos en el Fondo de Pensiones de Coahuila detectados por la Auditoría Superior del Estado. Falta ver lo que no se conoce. Como los icebergs, que solamente muestran la punta ínfima.

Pero: ¿Dónde quedó el dinero de las pensiones?

Los ciudadanos sólo existimos para llevar a los políticos al poder y a las riquezas, pero no valemos nada y los viejos, menos aún. Y como ya no producen, nada cuentan. Una sección de la sociedad los ha olvidado creyendo que ya no pueden generar dinero. Son normalmente arrojados a un pozo, a pesar de que todos ellos todavía poseen valores muy importantes que proponer y consagrar.

Y, ¿Qué pasa con los recursos que aún subsisten y administran las Administradoras de Fondos de Pensiones-afores? El 50,7% se invierte en deuda gubernamental, 18,1% en deuda privada nacional, 9,5 en renta variable nacional; 2% en deuda internacional y el resto en otros instrumentos. Ante la debilidad financiera de los fondos de pensiones que han sido la caja chica de los gobiernos priistas y hasta panistas, son los pensionados quienes están pagando el delito de utilizar su dinero ahorrado por muchos años para pagar campañas electorales y hasta lujos de viajes a Asia y Europa.

Pensar en que algún pensionado pueda ahorrar suena a insulto y, en el mejor de los casos, a propuesta irónica ante la inflación que cada día se siente más tormentosa, las pensiones apenas subieron un 4 por ciento. Ante todo esto, la frase oprobiosa del gobernador de Veracruz Javier Duarte de «Ya es hora que a los viejos los mantengan sus hijos o sus nietos«, definitivamente se volverá profética.

Fuente: El Siglo de Torreón

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