Bogotá (Colombia), 27 de abril de 2016. El retrato de los niños desnutridos en La Guajira reflejó el drama de Colombia en cuanto a las condiciones de alimentación en algunas zonas del país, pero ellos no son los que más mueren por hambre. Aunque el drama de los niños muertos ha prendido las alarmas, los adultos mayores de 60 años son las principales víctimas de la desnutrición.
Mientras que del 2012 al 2015 murieron 1.127 niños y jóvenes por deficiencias nutricionales, el hambre cobró la vida de 3.899 adultos mayores en ese mismo periodo, de acuerdo con datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (Dane).
Algunas de las causas de esta situación son el abandono, la falta de seguridad social, la ausencia del Estado para su protección y los malos hábitos nutricionales, además de su condición de salud por discapacidad e, incluso, por no tener dentadura, temas que inciden en la probabilidad de alimentarse bien, como revela una investigación de la socióloga y docente de la Universidad Nacional Nubia Ruiz, quien estudia esta causa de mortalidad.
En su análisis, Ruiz aclara que los datos obtenidos del Dane son los que evidencian las deficiencias nutricionales como causa directa. No obstante, es una fuente conservadora porque muchas de las metodologías internacionales han detectado que cuando sólo se toma este aspecto se estarían omitiendo otras enfermedades relacionados con ausencia de nutrientes adecuados. Es decir que habría un subregistro.
Por otro lado, la socióloga explica que las muertes de adultos mayores por desnutrición es un hecho muy grave y que cada día cobra dimensiones más grandes.
“El acceso a la alimentación en Colombia cada vez está más ligado a la capacidad adquisitiva, por lo cual a la población que no tiene recursos se les cierran las posibilidades de alimentarse bien. Es posible que coman dos veces al día, pero muchos alimentos de mejores propiedades o nutrientes están fuera de su alcance”, indica Ruiz.
Los departamentos del Atlántico, Antioquia, Valle y Nariño, además de Bogotá, son las zonas con más casos de decesos por desnutrición, en parte por su densidad poblacional y la pobreza. Esto coincidiría con que los municipios de las costas Atlántica y Pacífica son los que tienen la tasa más alta del índice de pobreza multidimensional del Dane.
A esto se suma la realidad que plantea un reciente estudio de la Universidad Externado, el cual da cuenta de que solo el 25 por ciento de los adultos mayores tienen pensión y un 22 por ciento vive en hogares pobres, pero si se tienen en cuenta los ingresos propios de esta población se evidencia una mayor incidencia de la pobreza, que de esta manera alcanza el 46 por ciento.
La Defensoría del Pueblo alerta también sobre la condición adversa de los abuelos y señala que en las diferentes comisiones que adelanta en Colombia se observa el bajo peso de estas personas, en especial las pertenecientes a algunos grupos indígenas; también, en quienes viven en el campo o los que se encuentran en situación de mayor pobreza y vulnerabilidad. No obstante, la Defensoría denuncia que en el país no hay un informe base que brinde información específica sobre la condición de los adultos mayores respecto a este hecho, por lo que se dificulta hacer seguimiento al estado de garantía de los derechos a la seguridad alimentaria y nutricional en la vejez.
Además, señala que está a la espera de que el Ministerio de Salud muestre los resultados de la Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento (Sabe).
Situación de las regiones
En el Atlántico, que ocupa el cuarto lugar con 273 fallecimientos de adultos mayores en los últimos cuatro años, faltan programas de alimentación adecuada para esta población.
Para María del Socorro Lara, coordinadora del adulto mayor de la Gobernación del Atlántico, ante estas estadísticas se debe considerar, así como hay programas para el desarrollo de los niños, uno de seguimiento nutricional para los adultos mayores.
“No podemos desconocer que el ser humano en sus diferentes etapas de la vida tiene igual dignidad. El tema de seguridad alimentaria en adulto mayor es realmente un tema que no se ha trabajado de manera contundente”, explica la funcionaria.
En cuanto a la situación del departamento, señala que el Estado entrega el subsidio Colombia Mayor – de 110.000 pesos cada dos meses, según Lara–, pero, además de ser insuficiente, allí la población no lo utiliza para su finalidad, como lo es la alimentación y salud, sino que lo convierten en un ingreso más de la familia.
En Nariño, entre tanto, Lorena Buchelly, coordinadora del adulto mayor del Instituto de Salud del departamento, cataloga como crítico ese abandono del Estado hacia poblaciones vulnerables como tal.
“En Pasto, por ejemplo, hay más de 100.000 abuelos que están en lista de espera para un subsidio y solo pueden ocupar un sitio cuando una persona fallece. Estamos maniatados a políticas de Estado que no brindan la protección necesaria”, comenta.
En el análisis de Buchelly sobre las condiciones de los adultos mayores en el departamento, donde han perecido 245 personas de este grupo poblacional en los últimos cuatro años, señala que hay una zona extensa de la costa Pacífica y lugares demasiado alejados donde estas personas no pueden tener acceso a salud.
También se conoce de resguardos indígenas en los que la calidad de vida no se presta. “Hemos encontrado casas de madera donde adultos mayores se encuentran durmiendo en tablas y su único alimento es un plátano y un poco de arroz”, revela.
Las funcionarias también destacan que no es solo un problema del Estado, sino que las familias tienen mucho que ver, pues en ocasiones el adulto mayor es tratado como una carga para ellos y no le brindan el cuidado necesario.
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