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Madrid, España. 5 de julio de 2016. El movimiento coordinado de las partes del cuerpo y la alineación corporal adecuada que supone bailar favorecen el funcionamiento correcto de los distintos sistemas del organismo, en especial del sistema nervioso que es el encargado, entre otras cosas, de crear los procesos necesarios para producir movimiento.

Cuando bailamos o hacemos otro tipo de ejercicio físico, estamos trabajando y estimulando diferentes áreas del cerebro. Y en el paciente neurológico algunos estudios han observado un doble beneficio del baile: por un lado el efecto positivo que tiene la realización de ejercicio físico, como en cualquier persona sana, y por otro estimular las áreas del cerebro que facilitan el equilibrio y la coordinación del movimiento”, afirma Dr. Pablo Irimia, Vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

En este sentido, el ejercicio físico que se realiza al bailar podría contribuir a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades como hipertensión, diabetes, depresión, obesidad y ayudaría a reducir el estrés. Por lo tanto, el baile podría disminuir el riesgo de diferentes enfermedades neurológicas como el ictus o la demencia tanto de tipo Alzheimer como demencia vascular.

Además, puesto que las alteraciones motoras son uno de los síntomas más importantes y que más afectan a la calidad de vida en muchas de las enfermedades neurológicas, algunos expertos sostienen que la danza puede ayudar en la rehabilitación de patologías como la enfermedad de Parkinson en fase inicial, y reducir el riesgo de caídas en las personas mayores.

Gracias al avance de las técnicas de neuroimagen, se ha empezado a estudiar cómo el ser humano es capaz de controlar los pasos en un espacio concreto, cómo es capaz de aprender coreografías complejas o cómo seguir el ritmo. “Aunque queda mucho por seguir estudiando, las investigaciones que se han hecho al respecto han determinado que la danza, desde el punto de vista neurológico, es un proceso complejo en el que se activan circuitos neuronales motores y sensoriales a la vez que la música estimula los centros de recompensa del cerebro”, explica el Dr. Irimia.

“Además se ha determinado que mientras unas áreas del cerebro se encargan de la orientación corporal y nos permiten movernos en el espacio en la dirección adecuada, existen otras que hacen que podamos sincronizar nuestros movimientos con la música”, comenta este neurólogo.

En este sentido, diferentes técnicas de neuroimagen han identificado varias regiones del cerebro implicadas en este proceso: en el lóbulo frontal se produce la planificación del movimiento; la corteza premotora y el área motora suplementaria se encargan de nuestra posición espacial y de permitirnos recordar acciones anteriores; la corteza motora primaria envía instrucciones a los músculos; mientras que el cerebelo y los ganglios basales nos mantienen en equilibrio y permiten la sincronización del movimiento.

La danza es una forma universal de expresión humana que apareció hace casi dos millones de años y ofrece una oportunidad única para investigar la plasticidad del cerebro y su interacción en el comportamiento. Un estudio publicado en «Annals of the New York Academy of Sciences«, sugiere que el aprendizaje del baile se acompaña de cambios a largo plazo en la materia gris y blanca del cerebro.  La materia gris se asocia con las capacidades intelectuales.

Según la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, las personas diestras en el baile tienen más desarrollada la inteligencia corporal cinestésica, una de las siete áreas que este investigador distingue en el intelecto. Es la que tienen mejor desarrollada también los atletas. Se caracteriza por un mayor talento para la expresión corporal, y percepción notable del espacio, la distancia y la profundidad.

Fuente:  Geriatricarea

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