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Quito (Ecuador), 5 de junio de 2013. El artículo de Victoriano Albito Orellana nos acerca a la paradoja que viven los adultos mayores en Ecuador. La no aplicación de la legislación específica se traduce en abusos y exclusión social, exclusión que ya de entrada quedó reflejada cuando en la elaboración de la Ley 127, del anciano la opinión de los adultos mayores no fue tenida en cuenta.

Un viejo adagio popular reza así: «la pobreza y la vejez hermanos deben de ser, al pobre nadie le quiere y al viejo ni su mujer», parta de la filosofía y sabiduría popular, cala muy bien en todo ámbito social, hoy cuando más se habla de los ancianos, las instituciones públicas y privadas hacen alarde de los homenajes  por el día de la madre anciana y  este mes por el día del padre anciano, sólo en el día y mes saborean el bocado dulce de lo que un año viven solos abandonados, olvidados por la misma sociedad e instituciones que tienen que velar por ellos; los adultos mayores por su edad son  excluidos de las erogaciones  dados por el Estado, las entregan por medio de terceras personas alegando que ellos no pueden redactar proyectos.

Para la atención de los ancianos existe una gran legislación, que ningún país las supera, pero de allí a su ejecución es  poco lo que se aplica, y a diario se escucha a los adultos mayores excluidos de la sociedad  y familia, para ilustrar citaré tres casos que me llegan a consulta.

Me encuentra mi amigo don Víctor Guamán, un octogenario de esta ciudad, el anciano enviudó y los hijos reclamaron parte de la herencia, dice, hábilmente hipotecaron sus bienes para comprar un vehículo para el trabajo, lo curioso que nunca pagaron  y la hipoteca se hizo efectiva, don Víctor se quedó sin casa, hoy vive de la historia y va de un lado a otro en busca de posada, ahora nadie vela por él hasta los nietos lo desconocen.

Doña Clemencia  enviudó, los hijos le pidieron la casa como parte de la herencia, para ubicarse todos y a ella le ubicaron en un cuartucho mal oliente, junto con sus enseres, sólo la ven como se moviliza en su postración de anciana.

Don Vitorio, un viejo octogenario, se juntó con una mujer joven, después de vivir algún tiempo aprovechándose del anciano, se cansó de vivir con el viejo, fingió, dice, ir a ver a su hijo en el Coca, le sacó dinero y se las dio de Villadiego y no regresó más, ahora el anciano vive incomunicado, abandonado a su suerte, repitiendo que el destino le arrebató su pareja.

Estos  y muchos casos de exclusión encontramos, desde los organismos de Estado, de la sociedad y hasta de la familia; quizá esta sociedad y la familia en particular no tienen una cultura sobre el envejecimiento, porque es el mismo Estado que no ha permitido educar a la sociedad, en temprana edad sobre los procesos del envejecimiento, porque  la Ley del Anciano es clara, en su artículo 16, sobre la educación, pero no ha permitido que se elaboren los temas de la vejez y envejecimiento, pese al planteamiento que hiciera la Unión Nacional de Educadores Jubilados Ecuador, quizá por ser viejos fueron excluidos de contribuir con sus experiencias para que se complete la Ley del Anciano.

De que nos sirve dicha Ley si no se la cumple, está escrita sólo en el papel, por eso los ancianos por su edad avanzada se quedan al margen de las leyes, de la sociedad y de las autoridades que están obligadas a velar por ellos,  que llegan sólo con dádivas, lo ideal será construir los centros gerontológicos en cada cantón para dar albergue a esta sociedad de envejecidos, al igual lo debe hacer el IEES para los ancianos jubilados.

Fuente: La Crónica

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