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Bogotá (Colombia), 4 de diciembre de 2015. Por Laura Patricia Delgado Puentes. Entre la soledad y el abandono, así termina la vida de muchos ancianos en Bogotá que con indolencia son dejados a la deriva como trastos viejos cuando llegan a la edad del olvido. Ante nuestros ojos, las calles bogotanas se han venido convirtiendo en asilos sin techo, sin presupuesto y sin amor, nuestros abuelos, que tanto le han aportado al país, están recorriendo la ruta de la miseria y la soledad al ser abandonados por sus familias y por el Estado.

En Bogotá, según la Secretaria de Integración Social (SDIS), son abandonados al día dos personas mayores de 60 años, lo que significa que al año más de 730 ancianos son dejados en hospitales o en las calles. En la capital habitan más de 700.000 adultos mayores, cerca del 10% está en condiciones de indigencia, el 25 % vive en situaciones de pobreza, y el 12 % viven solos. No obstante, los datos presentados no reflejan objetivamente la magnitud y trascendencia del problema, pues si bien los resultados son útiles no son representativos de la situación que prevalece en nuestras calles. En este sentido, debido al alto grado de vulnerabilidad, al mismo abandono y a la desprotección de las personas mayores, es muy difícil concretar cifras que se acerquen a la realidad que vive esta población.

Paralelamente, cabe resaltar que las proyecciones más recientes realizadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística-DANE muestran que para el año 2020 habrá en el país alrededor de 6.500.000 personas mayores, lo que marca un crecimiento del 39,2 % con respecto al año 2011. Con ello, Bogotá sería la ciudad que mayor crecimiento porcentual tendría para ese año, con un 55 % de la población adulta del país, lo cual invita a generar reflexiones sobre las posibles políticas, programas y planes para enfrentar este fenómeno en materia de salud, pensiones, y bienestar social.

Así, las cifras reflejan que la ciudad envejece a un ritmo más rápido que el resto del país, lo cual ha estado impulsado, en gran medida, por el creciente flujo migratorio de población desplazada a la capital (no menos del 5 % son adultos mayores) por causas tan diversas como la violencia y la falta de oportunidades. Bajo este panorama, las calles de la ciudad se han ido poblando avivadamente por adultos mendicantes entre los cuales un 25 % sufren de algún tipo de enfermedad mental, y un 10 % que son abandonados por sus familias.
De esta manera, si bien la población mayor debería ser una de las más respetadas, protegidas y valoradas por el Estado, la familia y la sociedad, en repetidas ocasiones se convierten en una de las más maltratadas y abusadas. Dicha situación, obedece directamente a la falta de un marco político, institucional y legal que aborde los derechos de los adultos mayores, y proporcione mecanismos efectivos para la detención del maltrato (físico, económico, sexual, por negligencia, psicológico).

En suma, muchos de nuestros ancianos se encuentran en una situación de abandono y discriminación no sólo por parte de su núcleo familiar, sino como integrante de la sociedad. El hecho de vivir esta situación, refleja como en la actualidad se está dejando de lado el factor humano, pues con la vejez llega un periodo en el que se ha terminado la vida productiva (fuera de la cadena económica productiva), que trae consigo una etapa angustiante, caracterizada por la marginación y la poca valoración social. De hecho, el adulto mayor atraviesa una crisis de valores fundamentada en un capitalismo inhumano, en el que son considerados por el sistema como objetos inservibles, pues efectivamente, pareciera que la calidad de vida estuviera estrechamente relacionada con su grado de “funcionalidad” en la sociedad.

Fuente: Las2Orillas

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