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Ciudad de México, 8 de octubre de 2013. A través de la historia el concepto de vejez ha cambiado de una cultura a otra. En algunas, los ancianos fueron considerados motivo de orgullo y depositarios del saberj. En otras, desechos sociales. Actualmente hay estigmas, temor de llegar a adulto mayor y 22 sinónimos de la palabra viejo, la mayoría de ellos peyorativos. Mujeres y hombres no decaen igual físicamente, influyendo en ello factores tales como el tipo de trabajo, el lugar de residencia e incluso las actividades que realizaron a lo largo de su vida. Estos asuntos fueron abordados desde perspectivas sociales, políticas y antropológicas por Verónica Montes de Oca Zavala, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), en la conferencia «El cuerpo envejecido: género y sociedad en México», como parte del Seminario de Investigación Avanzada: Estudios del Cuerpo, en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM.
La especialista, titular del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, hizo consideraciones sobre el decaimiento corporal y el trato que ha recibido en diferentes culturas, tanto antiguas como de la actualidad. Entre otras cosas, hizo una relación del cuerpo sano, enfermo (en lo físico y mental), deteriorado (frágil, discapacitado, fragmentado) y formas del aislado y el estético, entre otros.“En la actualidad, la noción de anciano está estigmatizada. En la sociedad existe el temor de llegar a esa edad, eso tiene que ver con los años que se tiene porque en la cultura occidental se relaciona con la explosión del cuerpo”, manifestó. Asimismo, refirió que “la literatura sobre envejecimiento y vejez tardó mucho tiempo en entender que se trata de una construcción social y la discusión llevó años. Hoy se mencionan distintas ancianidades, pero por años se hablaba poco de un modelo de edad avanzada. Se trata de una construcción social que ha cambiado en la historia de la humanidad, en nuestra propia región, en donde hay imaginarios, representaciones y creencias sobre quién declina físicamente y cómo lo hace”.

La vejez es, en palabras de Montes de Oca, una construcción social que ha ido evolucionando y cambiando a lo largo de la historia.

Montes de Oca añadió que la interdisciplina desempeña un papel principal, pues desde la sociología toda construcción social ha desarrollado una relación con antropólogos y psicólogos, entre otros, para armar una composición interdisciplinaria y cada una trata de entender cómo se dan las construcciones sociales del cuerpo que envejece.“En la literatura observamos que la edad es un punto de quiebre y la etiqueta de viejo se ha institucionalizado. En muchas culturas no sucedió así, incluso en algunas zonas rurales e indígenas eso no cuenta, pero en las urbanas y occidentalizadas, sí”, señaló la investigadora del IIS. Por otra parte, manifestó que mujeres y hombres envejecen de forma diferente en las sociedades patriarcales. Ellos aún envejecidos tienen más poder y el papel de ellas es más corto en la sociedad para luego resurgir en la vejez.

“El sector socioeconómico también cuenta, porque no es lo mismo envejecer en la UNAM que en el campo, o como un trabajador de la construcción. En la literatura más reciente, el cuerpo usado en el mercado de trabajo, en distintos tipos de actividades, obviamente genera distintos organismos avejentados y enfermos”, refirió.

Actualmente, apuntó, hay 22 sinónimos de viejo, la mayoría peyorativos. Se asocia al cuerpo menguante con un problema social. Por fortuna, hoy esa etapa se visualiza diferente, como el aumento de vida en el caso de las mujeres en Bolivia, donde ha mejorado en los últimos años, o el trato dado a los nonos en Argentina, por citar ejemplos. En estos tiempos, los cuerpos viejos no son pasivos, por el contario, están dinámicos en la sociedad, como las Abuelas de Mayo, en Buenos Aires. En México, indicó, se marcan diferencias entre los ancianos del norte y del sur en cuanto a enfermedades, actividades y profesiones que desempeñaron.

Fuente: Voz Universitaria

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