Ciudad de México, 15 de julio de 2013. En la cultura global actual, incluida la mexicana, que se considera de jóvenes, no es un hecho aceptado envejecer, sobre todo para las mujeres, que hacen uso de cirugías y otros elementos para aparentar menor edad, afirmó Patricia de Buen Rodríguez, profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México-UNAM.
Además, son pocos los referentes o espacios donde pueden desarrollarse los adultos mayores. “De hecho, muchos están solos porque ahora toda la familia sale de casa, incluso las mujeres encargadas de cuidar a los segmentos vulnerables, entre ellos, los ancianos”, indicó.
Antes, las personas de la tercera edad estaban insertas en la vida cotidiana, sentían que tenían un lugar preponderante dentro de la familia y de la sociedad, por la sabiduría de su experiencia y conocimiento de la vida. Pero ahora no es así, al contrario, se les han colocado etiquetas que los estigmatizan.
Aunque se han creado espacios para que convivan algunas horas, realicen actividades conjuntas y se sientan identificados con gente de su edad, existen pocos asilos y la mayoría están diseñados para albergar a grupos reducidos, a costos inaccesibles para la mayoría, refirió.
El envejecimiento
Para hablar de envejecimiento, no sólo se debe considerar al individuo, sino al medio social en el que se mueve y la historia de su cultura, indicó. Con esos elementos es factible entender cómo ha cambiado la percepción de esa etapa de la vida, a partir de la modernidad y la posmodernidad. En ese sentido, se le debe considerar como un proceso de interacción entre la persona y su medio, y viceversa.
Cada quien, por su situación económica, social, medioambiental y cultural, cruza por un proceso distinto; no es igual para el que habita en el campo, que para quien reside en la ciudad; tampoco es lo mismo para una mujer, que para un hombre.
Envejecer, además de ser un proceso biológico, es un hecho social. En el primer caso, puede interpretarse como una transformación del cuerpo, que ocurre en todos, y que involucra fases de tipo psicológico. Pero también, es un ciclo vital relacionado al momento histórico que vivimos, y ligado a modificaciones de la cotidianidad, como el hecho de ya no ser sólo madre, sino también abuela, apuntó.
Estas transformaciones también conllevan duelos por pérdidas, que en esta etapa van desde el deterioro de ciertas habilidades, hasta la muerte de amigos, de los padres, de gente querida. “Muchas veces no logran superarlos y, por lo tanto, son gente triste, deprimida y solitaria”.
Por ello, no puede darse de manera individual, se requiere la aceptación y asimilación por parte de la familia y de los amigos, subrayó.
Lo más adecuado es entrar a esta etapa en las mejores condiciones de salud, porque no es lo mismo tener una deficiencia auditiva o visual, que una enfermedad crónico-degenerativa, señaló. Si se llega con salud, con relaciones familiares adecuadas, con vínculos afectivos, y se practica alguna actividad física o manual, se podrá vivir una vejez plena, destacó.
Por su parte, “la familia debe aceptar el proceso, entender a las personas que han entrado en esa etapa, quererlas, incluirlas en las actividades, considerarlas productivas, tenerlas en cuenta en la toma de decisiones y, lo más importante, no dejarlas solas”, concluyó.
Fuente: mizamora.net