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Madrid (España), 27 de julio de 2015. Por Miguel Ángel Bernal Alonso. La crisis que vamos paulatinamente abandonando ha centrado la atención de muchas crónicas, debates y estudios. Ahora que parece que la preocupación por la misma va remitiendo, los foros económicos y sociales se van centrando en los efectos de la misma, así como en los nuevos desafíos. Entre estos desafíos hay uno que aún estando presente antes de la crisis parece que no se le presta toda la atención suficiente, especialmente entre la opinión pública. Esta nueva realidad no es otra que el envejecimiento de la población de los países desarrollados, entre los cuales España tiene un papel protagonista por la fortaleza del mismo.

Desde hace tiempo el Fondo Monetario Internacional (FMI) viene alertando de un menor ritmo de crecimiento especialmente en los países desarrollados. Vayamos con algunas cifras que pueden ilustrar la anterior información. Para el periodo 2015-2020 el Fondo vaticina una crecimiento del 1,6%, frente a un crecimiento del 2,25% registrado durante 2001-2007. El FMI vincula esta caída del crecimiento a varios factores, pero remarca sobre todos uno en especial: el envejecimiento de la población. Para el FMI el envejecimiento de la población es el principal causante de esta desaceleración o menor productividad.

Este efecto, el del envejecimiento, es especialmente remarcable en los países desarrollados. Tanto el aumento de la esperanza de vida (mejoras sanitarias y de calidad de vida) combinado con las bajas tasas de natalidad, están haciendo que la edad media de las sociedades esté aumentando de forma constante y significativa. Por cierto que los países emergentes comienzan a estar expuestos a este problema y, aun con una menor afectación, no son extraños al problema.

Para hacernos una idea de los efectos de este fenómeno me centro en España y entresaco alguna cifra que me ha llamado la atención. En nuestro país y en algo más de 100 años se ha duplicado la esperanza de vida de una persona, que era de algo más de 41 años en 1910, situándose actualmente en más de 82 años. En España en los últimos treinta años el número de personas con una edad superior a los 65 años se ha duplicado, asimismo y de acuerdo con las proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística, las mismas indican que el porcentaje de personas mayores de 65 años en el 2050 será del 30% de la población. Con todo, estas previsiones nacionales son optimistas respecto a las que realizan otros organismos internacionales, como, por ejemplo la ONU, que sube el porcentaje hasta el 40% de la población, situándonos a la cabeza de los países más envejecidos del mundo. Por cierto que si analizamos a España con los países europeos aquí el envejecimiento es el de mayor velocidad y mucho más acusado que en el resto.

En todos estos estudios podemos ver también que la población activa, aquella que está encuadrada en un segmento de edad de entre 15-65 años, no es que se mantenga o aumente a una velocidad inferior, sino que decrece. Cabe destacar, para ver el especial problema a futuro del envejecimiento, que el número de hijos que tenía una mujer era de casi tres, mientras que en la actualidad la tasa de natalidad por mujer fértil es de tan solo 1,2, una caída superior al 50%.

Con el extracto de cifras anteriores creo que se aprecia cómo el envejecimiento de la población es una realidad sobre la que conviene prestar mucha mayor atención de la que en estos momentos se hace. Las investigaciones y debates deben barajar diferentes puntos de vista contemplando aspectos básicos como son los demográficos, sanitarios y, cómo no, económicos.

Entre estos aspectos económicos habría que remarcar algunos punto de máximo interés como son: feminización de la vejez, donde las mujeres mayores son un número mayor; incremento del coste médico por el envejecimiento; necesidades económicas para problemas de dependencia; centros asistenciales y residenciales para personas de la tercera edad y, por supuesto, el tema de las pensiones.

Sí, el segmento de personas de tercera edad necesita unos cuidados y unas atenciones que si bien en la actualidad son ofrecidas por centros privados, si bien a todas luces debería comenzar a estudiar y preverse teniendo presente el estado del bienestar de una sociedad avanzada.

Quizá la pregunta habría que replanteársela, pues no es la población activa, sino los trabajadores y por tanto ¿podrán en el futuro los trabajadores hacerse cargo de las necesidades que demandan sus mayores? ¿Estamos seguros en este momento que el actual sistema de pensiones y con las modificaciones realizadas puede abordar los grandes desafíos de coste a futuro de nuestra envejecida población? ¿No sería necesario potenciar aún más los sistemas privados de protección social, en temas como renta vitalicias, aumento del ahorro, disminución de la tributación al cobro? ¿Por qué los partidos no debaten clara y abiertamente con la sociedad estos problemas?

Fuente: El Economista

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