Buenos Aires (Argentina), 6 de mayo de 2014. Por Marcelo Garriga ( Profesor de Finanzas Públicas, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata).
El envejecimiento poblacional y sus efectos sobre los sistemas de previsión social y de salud es un tema de preocupación creciente en la mayoría de los países de occidente. También se observa que los intentos de reformas encarados en estos países presentan una muy fuerte resistencia de la población. El diseño institucional del sistema se ha transformado un tema relevante. La población entiende que tiene derechos adquiridos que no se pueden modificar. Estudios sobre la evolución del sistema previsional de los Estados Unidos muestran que los jubilados del futuro van estar en una situación peor que los actuales. Es decir, que el valor presente de los flujos de contribuciones realizadas en comparación con los ingresos esperados en concepto de jubilaciones se reducirán sensiblemente en el tiempo: “los jubilados de mañana van a estar peor que los de hoy”. Esta situación puede ser un espejo de lo que se espera que ocurra en el resto de los países de occidente.
La situación en Argentina
El caso argentino no está ajeno a estas preocupaciones. En el año 2008 el país aprobó una reforma que retornó al viejo sistema de reparto vigente hasta el año 1994. Vale recordar que un sistema de reparto consiste en un acuerdo intergeneracional en donde los aportes y contribuciones de los asalariados activos sostienen los haberes de los pasivos. Por lo tanto, la relación entre activos y pasivos es la clave para el sostenimiento del sistema en el tiempo. Es decir, cuántos trabajadores activos hacen falta para pagar los haberes de un jubilado. En la literatura sobre la materia señala que el número razonable es de tres activos por pasivo.
Una mirada de las razones que llevaron a la crisis previsional del viejo sistema de reparto puede ser muy útil para analizar los posibles riesgos que enfrenta el sistema actual. En el año 1993 el haber jubilatorio no alcanzaba los US$ 100, la relación entre haber jubilatorio y salario medio era del 45% y los juicios contra el Estado por los retraso de los haberes crecía exponencialmente (la deuda consolidada por el gobierno en el año 1991 ascendía a 7.000 millones de dólares). Las razones del colapso del régimen pueden sintetizarse en la caída de la relación de activos sobre pasivos explicada por:
- El envejecimiento poblacional. El porcentaje de personas en edad pasiva paso del 5,5% en la década del 50 al 10,2 en los 90.
- El aumento de los regímenes especiales y de privilegio que permitían que ciertos sectores (diputados, funcionarios del Poder Ejecutivo, etc) se jubilen con altos haberes sin cumplir con los años requeridos.
- El aumento de las jubilaciones no contributivas. Jubilados que no realizaron aportes.
- Las permanentes moratorias previsionales que condonaron deudas de los trabajadores activos y permitieron jubilaciones sin completar los aportes.
- El incremento de los pensiones. Fallecido el titular de la jubilación se extendió el número de personas con derecho a heredar la pensión. La relación entre el gasto en pensiones y jubilaciones paso del 39.4% en 1975 al 48.9% en 1991.
- El aumento de las personas que se jubilaban antes de la edad requerida por problemas de discapacidad ante la extrema permisividad del régimen. Representaba el 8% de los pasivos en 1980 y el 16,4% en 1991.
- La alta evasión al régimen (estimada en 50%) incentivada por la falta de correspondencia entre los aportes que se realizaban como activos y la jubilación que se recibía como pasivo. Había un fuerte incentivo a trabajar en negro. Principalmente los trabajadores jóvenes eran más propensos a evadir ya que no percibían la conveniencia de efectuar la totalidad de las imposiciones legales si posteriormente no se traduciría en un mayor haber jubilatorio.
La última reforma jubilatoria
La reforma del año 2008 vuelve al sistema de reparto -entre 1994 y 2008 estuvo en vigencia el régimen mixto de capitalización y reparto-. Los riesgos de deterioro del sistema están latentes otra vez. Entre el año 2006 y 2009 se otorgaron 2,6 millones de jubilaciones a personas que no habían realizado los aportes correspondientes, de los cuales más del 50% pertenecían a la clase media y media alta (Ver Lustig y otros autores 2013). Así, la masa de jubilados alcanzó los 7 millones en el 2011. Ante esta situación, ¿cuáles serán los incentivos a realizar aportes de los jóvenes que observan que podrían jubilarse en el futuro sin realizar contribución alguna? ¿Qué efecto tendrá sobre la tasa de evasión de los aportes previsionales? Hoy la tasa de sostenimiento del sistema (relación activos sobre pasivos) es de 1,35 (sin la moratoria sería de 2,10): para pagar los haberes de un jubilado solo se cuenta con los aportes de 1,35 activos. Los juicios por haberes jubilatorios no ajustados debidamente ascienden a 320 mil, lo que revela la existencia de una enorme deuda contingente. Los gastos en jubilaciones y pensiones son mayores a los ingresos por aportes y contribuciones. El déficit previsional, sin contar con los ingresos provenientes de otros impuestos, es de 1,5% del PBI y se ha incrementado un 200% en los últimos 5 años.
¿Un nuevo régimen?
En este contexto de baja tasa de sostenimiento, problemas de evasión de las obligaciones por partes de los individuos en condiciones de aportar, laxitud de las condiciones de acceso a los beneficios previsionales (moratorias previsionales), conflictos judiciales por reajustes de haberes, cabe realizar la siguiente pregunta: ¿son estos problemas similares a las razones que llevaron a la reforma del sistema en el año 1994? ¿Será este régimen sostenible en el tiempo o pronto habrá que pensar en una nueva reforma del régimen previsional?
Fuente: El Día