Skip to main content

Ciudad de Panamá, 16 de febrero de 2015.  Por Israel Cordón Canto. Actualmente en América Latina cohabitan los sistemas de seguridad social solidaria de beneficios definidos, los sistemas de capitalización individual con contribución definida y beneficios indefinidos y otros híbridos a los cuales se les denomina mixto, (en donde conviven transitoriamente, hasta que desaparezca, el sistema solidario con los privados).

En término de sostenibilidad fiscal, cobertura, desarrollo del mercado de capital, equidad y distribución de riesgo, (de longevidad y financiero), los beneficios y desventajas de ambos sistemas han sido objeto de análisis y discusión desde la experiencia chilena en el año 1981 y la agenda de reforma estructural de las pensiones por pilares múltiples que impulso el Banco Mundial en el año 1994. Sin embargo, ambos sistemas tiene un reto en común: garantizar un monto de pensión digna a los pensionados ante la pérdida del poder adquisitivo del dinero.

El desafío es mayor si consideramos el rápido proceso de envejecimiento que está sufriendo la población de América Latina. Para el año 2050 el porcentaje de adultos mayores va a representar aproximadamente el 20 % del total de habitantes de América Latina; hoy día este porcentaje es alrededor del 9 %.

El proceso de envejecimiento hace que cada día se incorporen en el régimen contributivo de los seguros sociales nuevos pensionados, lo que significa un incremento sustancial en el pago de pensiones. Países como Brasil, Uruguay y Argentina representa el 9.1 %, 8.7 % y 7.2 % del Producto Interno Bruto, respectivamente; mientras que otros, como Bolivia, México se ubican dentro del rango de 3.5 % al 3.7 %.

Este es uno de los grandes problemas de los seguros provisionales públicos, «su sostenibilidad financiera ante costos que genera el proceso de envejecimiento de la población cotizante». En los sistemas privados, el impacto demográfico se personaliza toda vez que el asegurado va a recibir una cantidad de dinero al llegar a la edad de retiro en función de lo que ahorró en toda su vida laboral, más los intereses que genera la inversión de su capital, previamente descontados los gastos administrativos y el porcentaje de ganancia de la administradora de fondo de pensiones.

Sin embargo, no todo es color de rosa, el riesgo de longevidad y el financiero en los seguros privados es asumido por el asegurado en su vida activa y si ocurre una mala inversión del capital ahorrado, su pensión se puede desvanecer o mermar su cuantía, tal como ocurrió a inicios de la década de los noventa en Chile y México, (1995) o, como en 2001, en Argentina.

Los niveles de informalidad en el empleo es otra característica de la región: en promedio cuatro de cada diez trabajadores cotizan a alguno de los dos sistemas. Si esta tendencia continua, un alto porcentaje de los 140 millones de adultos mayores que se proyecta para el 2050 va a llegar a edad de jubilación sin haber generado los ahorros necesarios para garantizar una pensión de renta vitalicia o pago programado en el sistema privado o una pensión de vejez meritoria en el sistema solidario por carecer del número de cuota requerida (bajo el supuesto de que adquiera un empleo formal).

La ausencia de un sistema provisional apropiado, ya sea público o privado, genera, entre otras cosa, que el adulto mayor pensionado deba trabajar para cubrir en parte sus necesidades básicas, esto último a su vez se convierte en un obstáculo en la movilidad del empleo; mientras que para el complemento —los adultos mayores no pensionados—, la ausencia de una política nacional coherente de generación de empleo, lo reduce a niveles excesivamente de pobreza y, en algunos países, lo induce a afiliarse a un régimen de pensión no contributivo subsidiado por el Estado. Lo importante a destacar sobre este punto es que, en cualquiera de los casos, se generan dislocaciones en el mercado laboral y en consecuencia, poco ahorro provisional para las pensiones.

Por otra parte, en el caso del adulto mayor pensionado, la tónica básica es que su monto de pensión se encuentra por debajo de la línea de pobreza o por debajo del monto mensual de la canasta básica familiar, toda vez que sus salarios como cotizantes activos sujetos a cotización eran bajos, esto a su vez es el reflejo de la mala distribución del ingreso que prevalece en la región.

Finalmente, hay que indicar que la población de América Latina envejece, su tasa de crecimiento poblacional se reduce, mientras que su expectativa de vida al nacer se incrementa. Esta tendencia merma los ingresos futuros y, por otra parte, exacerba los costos al prologar el goce de la pensión.

¿Escapa de esa realidad nuestro país?

Fuente: La Estrella

Leave a Reply