Santa Cruz de Tenerife (España). Lourdes Bermejo, miembro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), afirma que cuando una persona empieza a tener fallos de memoria sufre una «desvalorización automática«: se la infantiliza y no se tiene en cuenta su criterio «cuando la clave está en normalizar la vejez«.
Bermejo, que es coordinadora del grupo de trabajo multidisciplinar en educación gerontológica de la SEGG, cree que hay que «enseñar a vivir bien pese a los problemas de memoria» y facilitar la vida a quien comienza un proceso que puede durar años y en el que sufre, pues percibe lo que está sucediendo.
Sin embargo, detalla Bermejo, la visión social es muy limitada y cuando alguien comienza a tener fallos de memoria se le pone «una etiqueta» y ya no le escucha ni respeta igual sus opiniones.
Precisamente el 30 de noviembre Bermejo presentará un proyecto novedoso denominado «Tengo un plan«, que consiste en una serie de materiales (Guías, hojas de ruta y audiovisuales) patrocinado por un Proyecto Europeo Transfronterizo, liderado por la Fundación General de la Universidad de Salamanca y con la colaboración del Ministerio de Servicios Sociales y la Fundación Reina Sofía , entre otras instituciones, para apoyar la calidad de la vida y los derechos de las personas con pérdidas de memoria.
Lourdes Bermejo, que ha participado en Tenerife en un congreso sobre envejecimiento activo indica que «todavía podemos mejorar mucho en las oportunidades de envejecimiento activo y feliz que pueden tener las personas mayores de Tenerife» tanto en relación a las oportunidades de desarrollo personal de los mayores que gozan de buena salud y que pueden implicarse en ocupaciones valiosas para ellos, para sus familias y para la comunidad.
«Y también se puede avanzar en favorecer la calidad de vida y los derechos de los mayores que se encuentran en situación de fragilidad o demencia y que necesitan apoyos o viven en centros«, apunta.
Son situaciones cotidianas que demuestran que todavía se discrimina a las personas mayores incluso entre profesionales -tanto sanitarios como psicosociales- cuando en vez de dirigirse a la persona mayor lo hacen a su familiar más joven, lo que resulta en muchas ocasionales humillante para la persona de edad.
Se trata a los mayores a base de estereotipos, se les habla «como a los niños» y se les priva de poder hacer una vida «lo más normal posible, y en muchas ocasiones ni siquiera les preguntamos qué sienten o qué necesitan«.
Todo ello se hace en la mayoría de los casos con buena intención, pero «el resultado no ayuda a demasiado«.
«Son adultos con derechos, dignidad y autoestima y si se procede así se les está anulando, se sienten una carga. Cuando necesite ayuda, ya la pedirá«, subraya Bermejo.
Asimismo, destaca que en el trato profesional se ha olvidado el carácter «humanístico» pese a que «lo primero es tratar a la persona. Después vienen las técnicas».
Sin embargo puede ocurrir que con la especialización haya profesionales que traten a las personas mayores con cierta distancia y frialdad y se le escapen «las cuestiones más sencillas, humanas y lógicas».
«¿A ti cómo te gustaría que te trataran? ¿Te gustaría que a tu nuera le estén contando cuántas veces te han cambiado los pañales, que le hablen a ella en vez de a ti en una consulta y a ti te vean como a un vegetal?«, cuestiona Bermejo.
Lourdes Bermejo percibe que hay «falta de formación y de sensibilización» desde la base, pues no se entrena ni motiva suficientemente a los profesionales sociosanitarios sobre las necesidades psicoafectivas y los derechos de las personas, es decir, que hay que tener más paciencia, escuchar y sonreír.
«Si tienes mal carácter y no te gusta el trato con las personas, busca otro trabajo«, pues la responsabilidad en el sector de la atención o acompañamiento a personas no consiste sólo «en tomar la tensión o realizar el aseo personal a la persona» sino en que la persona se sienta bien en esa tarea que recibe y tenga una vida «digna y feliz«.
Por ello destaca que su planteamiento de trabajo es el objetivo de que las personas mayores tengan calidad de vida, que las estrategias se dirijan a que se sientan «valiosas, reconocidas y aceptadas y si no es así, deberemos replantearnos como realizar u ofrecer los programas terapéuticos o preventivos de estimulación«.
Fuente: El Día