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Madrid (España), 6 de febrero de 2014. Que un adulto mayor con síndrome de Down es un anciano ha sido uno de los mitos que Fernando Moldenhauer, director de la Unidad de Adultos con Síndrome de Down en el Hospital de la Princesa de Madrid, ha querido desterrar en el transcurso de una conferencia sobre envejecimiento saludable en discapacidad intelectual pronunciada en Madrid.

En su intervención, Moldenhauer ha apostado por revisar la terminología y ha sugerido que es más correcto hablar de adultos maduros y no de ancianos, y de procesos de maduración frente a los de envejecimiento, dado que la expectativa de vida de las personas con síndrome de Down alcanza a día de hoy los 65 años.

Otro de los mitos identificados en su relación con las familias hace referencia a la pregunta «¿pero cuántos años tiene mi hijo?», debido a que su apariencia externa o determinadas dificultades sensoriales o cognitivas coinciden con las que presentan las personas mayores.

En este sentido, el doctor ha hecho hincapié en que las personas con síndrome de Down tienen la edad que tienen, y ha dicho que, por ejemplo, a nivel biológico se dan particularidades muy diferentes en el sistema de riego, que no envejece, o una casi total ausencia de casos descritos de cáncer en el colectivo.

El doctor ha destapado el miedo existente entre las familias a que su hijo llegue a tener alzhéimer, dado que las personas con síndrome de Down desarrollan más la enfermedad, pues «fabrican» más la sustancia que lo provoca, el amiloide.

No obstante, Moldenhauer ha aclarado que no todas las personas con síndrome de Down tienen alzéimer y que no todas las manifestaciones de sus síntomas lo son.

El especialista ha llamado también la atención sobre la necesidad de estar pendientes de determinados síntomas para acompañar a las personas con discapacidad intelectual en su proyecto de vida durante esta etapa de maduración.

Algunos de ellos son la pérdida de rendimiento y las variaciones en el ánimo y en la conducta, derivados de una situación en la que sus entornos han cambiado mucho, ya que la familia en su conjunto envejece e incluso algunos miembros desaparecen, generándoles gran confusión.

Fuente: El Economista

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