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Quito (Ecuador), 5 de marzo de 2014. Un bastón de madera la acompaña en su caminata por los pasillos del Hogar Corazón de María, su nueva casa desde hace tres meses. Tiene 80 años y las fuerzas para seguir cosiendo ropa se le han ido. Se siente sola y a veces desesperada porque la vejez ha opacado su vida. Desde 1949 no tiene ningún familiar a quien abrazar.

Isabel Aurora Barzallo es una de las personas adultas mayores que vive sola. Perdió a su madre cuando tenía apenas seis años y a su padre cuando cumplió 16. Llegó de Cuenca a Quito en 1967 para buscar empleo y logró trabajar limpiando casas y lavando ropa para pagar 30 sucres del arriendo de una habitación. Barzallo vive 45 años en la capital. En su trabajo como empleada doméstica no la afiliaron al Seguro. En 1990 pudo viajar a Estados Unidos junto a sus empleadores. En ese país por su trabajo de limpieza recibía 250 dólares mensuales. Regresó a Ecuador después de dos años y con sus ahorros hizo aportaciones voluntarias al Seguro. Compró una casa en Pedro Moncayo (Pichincha), donde vivía sola hasta noviembre de 2013. Barzallo llegó hasta el Hogar Corazón de María después de que sospechosos irrumpieran y vaciaran su casa mientras ella trabajaba. Eso, y la soledad, la obligaron a internarse en el asilo donde viven alrededor de 200 personas. En este lugar paga 250 dólares por una habitación y comida, que logra cubrir con la pensión que recibe del Seguro: 280 dólares.

El último censo efectuado en el 2010 revela que en Ecuador hay 1.229.089 adultos mayores. De ellos 596.429 residen en la Sierra, seguido de la Costa, donde residen 589 431. La gran parte corresponde a mujeres y la mayor cantidad está en el rango de 60 a 65 años de edad. Como en el caso de Barzallo, el 11% de los adultos mayores vive solo y busca un asilo. Por contra, aquellos adultos mayores que viven acompañados en su mayoría está con sus hijos (49%), con sus nietos (16%) y esposo o compañero (15%).

Luis Espinoza cumplió 80 años el pasado 4 febrero pero nadie de su familia lo visitó en el Hogar Corazón de María, donde vive desde hace nueve años, donde voluntariamente se internó. Lo hizo después de haberse divorciado y se alejó de sus hijas.

Raquel Fernández, directora del Hogar Corazón de María, manifiesta que la mayoría de asilados paga pensiones bajas que van desde los 50 dólares y otros, por sus condiciones, no lo hacen. Además, por el hecho de tener una edad avanzada padecen problemas de salud. Un gran porcentaje de asilados posee un sentimiento de soledad debido a cuatro factores: falta de autoestima, no contar con nadie en caso de necesidad; alejamiento de la familia y bajo nivel de recursos.

Además de cubrir las necesidades básicas de los residentes, los hogares de ancianos proporcionan a los mayores seguridad y compañía.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos-INEC, a pesar de que un 81% de los adultos mayores dice estar satisfecho con su vida, otros mencionan sentirse desamparados, que su vida está vacía o que algo malo les puede suceder mientras permanecen solos en sus casas. Estos casos se registran también en la Casa Hogar Dulce Senilitud, asilo que funciona hace 5 años en Quito. La mayoría de personas que habita en este sitio ha sido abandonada por familiares que «no les importa su destino». Así lo afirma Maritza Rosero, directora del hogar.

César Cañizares tiene 92 años. Inés su única hermana tiene 76 años, vive con su esposo, pero le es imposible cuidar a su hermano. La soledad obligó a Cañizares a buscar un lugar donde puedan atenderlo de sus problemas cardíacos y presión arterial. La pensión que recibe del Seguro le permite a Cañizares solventar sus gastos de asilo. Recibe atención médica y  se mantiene activo realizando juegos lúdicos, haciendo bailoterapias y deporte. Pese a su edad Cañizares dice que mantiene la esperanza de encontrar una pareja y tener tres hijos.

La Encuesta Nacional de Salud, Bienestar y Envejecimiento SABE I Ecuador, efectuada en el año 2010, reveló que la proporción de adultos mayores víctimas de maltrato físico y sexual es del 3 %, y del 16,4 % en el caso de la violencia psicológica.

Tras la muerte de su esposo, Greta Rueda llegó al asilo y con su pensión del Seguro costea la mensualidad por su atención. Dice que ahora, en el asilo, su vida ha cambiado. «Ya no vivo con el miedo de que me peguen. Las personas acá son muy cariñosas y nos cuidan. Aquí moriré tranquila». Aurora Barzallo cuenta algo similar. Ahora, su casa está en manos de una vecina que a cambio de habitarla le ayuda con medicamentos y otras atenciones que no cubre el asilo. Ella tiene familiares en Girón-Azuay. Los sobrinos de sus hermanos, ya fallecidos, viven allá. En Quito está sola…

Fuente: El Comercio

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