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Lima (Perú), 16 de noviembre de 2015.  Por Richard Webb, Director del Instituto del Perú de la Universidad San Martín de Porres-USMP. Los viejos están en las noticias. Los demógrafos nos dicen que cada día hay más ancianos y debemos preocuparnos. La reacción tiene algo de paradójica. ¿Acaso no era el gran objetivo del desarrollo reducir las tasas de mortalidad, mejorar la salud y así vivir más años? Ahora que se van logrando esas metas, las consecuencias de las vidas más largas nos empiezan a alarmar. No solo en el Perú. China, Italia, Japón, Argentina y otros países consideran que el exceso de viejos amenaza su futuro económico. Parece cumplirse la advertencia, “cuidado con lo que pides; de repente tus deseos se cumplen”.

Es que todo cambio, bueno o malo, trae nuevos retos. En el caso de la vida más larga, ¿quién cuidará a tanto abuelo? y ¿de qué van a vivir cuando ya no puedan seguir trabajando? Antes, los grandes temas de la política social eran la salud y nutrición de los recién nacidos, la desigualdad de género y la calidad de la educación pero, de un día para otro, hemos pasado a centrarnos en los problemas de la vejez.

La preocupación por el envejecimiento es justificada, pero cuando pasamos a proponer soluciones deberíamos tener en cuenta que la vejez es más un asunto de familias que de individuos. Casi todo adulto mayor vive en el seno de una familia –solo 14% se encuentra expuesto a la vulnerabilidad de la vida solitaria–. Además, 96% vive en casa propia, libre entonces del pago de alquiler, y solo una minoría ha dejado de trabajar a los 65 años, tenga o no una pensión.

El peligro de la indigencia ciertamente existe, por la menor capacidad para el trabajo pero especialmente porque la vejez trae costosos problemas de salud. No obstante, la vejez no destaca como causa de pobreza. La pobreza entre los adultos mayores no es mayor que en el resto de la población. ¿Cómo explicar ese relativo éxito para enfrentar la vejez, logrado mayormente sin la mano protectora del Estado?

Primero, la gran mayoría de familias sí ha ahorrado. Lo constatan las encuestas Enaho, que registran tasas positivas de ahorro, y lo constatan nuestros propios ojos: Lima es un monumento al ahorro, con dos millones de viviendas construidas enteramente con ahorro propio. Además, con ahorro propio se han creado múltiples pequeños negocios y se ha educado a los hijos, creando así varias defensas para el adulto mayor.

Segundo, en el caso frecuente de problemas de salud asociados a la vejez, como la demencia, la ceguera, la incapacidad física, o los tratamientos prolongados contra el cáncer, el papel de la familia es central, no solo para amortiguar el costo sino porque gran parte de lo que necesita el adulto mayor es un cuidado continuo, afectivo y sacrificado. Se trata de una calidad de atención que ningún Estado puede dar, pero que sí brota dentro de la familia, institución cuya función es un compartir a través del tiempo. En el ciclo de sacrifico feliz de la familia, se recibe de los padres, se da a los hijos y se cuida a los abuelos.

La nueva ciencia de la felicidad trae una buena noticia para los abuelos. Se descubre que la felicidad tiene un ciclo a lo largo de la vida. Empezando con niveles altos durante la juventud, la felicidad desciende durante la adultez, llegando a su nivel más bajo entre los cincuentones. De allí, empieza a subir, y llega a sus niveles máximos entre los adultos mayores.

Fuente: El Comercio

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