Chicago (Estados Unidos), 19 de abril de 2016. La primera vez que visité a la señora Olga a través de un programa de hospicio donde soy voluntaria, me encontré con una mujer con su dentadura y cabello caídos, sus ojos cansados y sumergidos en ojeras profundas y moradas, y sus labios severamente agrietados. En su habitación no había un solo cuadro, ni una sola planta, ni mucho menos flores. La lámpara del velador no funcionaba, y la luz del día casi no entraba porque las persianas de su cuarto estaban siempre cerradas.
La visito una vez por semana, y cada vez que entro a su cuarto, ubicado en un centro de salud y rehabilitación para personas de la tercera edad en Chicago, siempre me encuentro con lo mismo: está postrada en su cama en una posición fetal, mirando los programas faranduleros de Telemundo en un pequeño televisor frente a su cama.
Su condición física es terrible porque sufre de artrosis en las rodillas y Parkinson, lo que no la permite ni siquiera poder estar en silla de ruedas.
Pero siento que su soledad es aun más cruel. Su familia la abandonó. Yo y un par de enfermeras somos las únicas personas en el mundo con quien ella puede hablar. Bueno, en esencia, yo soy la única con quien puede conversar ya que no habla inglés y las enfermeras que la cuidan no hablan español.
“A veces la boca se me seca, mija, porque no hablo con nadie”, me dice.
Se lamenta de sus dolores físicos, pero a menudo me dice entre lágrimas que su hijo no la visita. Está confundida. A veces me cuenta cosas inconexas, y me estoy dando cuenta de que tendría problemas de demencia senil. Curiosamente, se acuerda de mi nombre cuando la visito y, cuando me voy, siempre me dice: “Ay mija, gracias por venir a verme. Por favor, vuelve pronto”.
Una dura realidad
Casos como el de ella hay muchísimos, como también hay millones de adultos mayores que tienen buena salud pero que también se encuentran viviendo solos, ya sea por decisión propia, porque han quedado viudos, sus familiares viven lejos o se han alejado, o sus familiares y amistades han fallecido, o muchas otras razones. Sea el caso que sea, la soledad entre los adultos mayores es algo real y, dependiendo de las circunstancias, preocupante.
Según un reciente estudio realizado por María Torroella Carney, jefa de medicina para personas de la tercera edad del Sistema de Salud de North Shore-LIJ, el 22% de los americanos mayores de 65 años corren el riesgo de pasar el resto de sus vidas completamente solos, un fenómeno conocido como “ancianos huérfanos”. Carney presentó los resultados de su estudio en una reunión de la Sociedad Americana de Geriatría en 2015.
“No hay ningún sistema que aborde este grupo de personas”, dijo Carney, quien denominó al grupo como “ancianos huérfanos” porque estas personas no tienen apoyo, sin ningún familiar que pueda tomar decisiones por ellos cuando se necesite. “Nuestro propósito es crear conciencia de que ésta es una población vulnerable que crecerá, y necesitamos determinar cuáles son los servicios que podemos usar para ayudarlos”
Las estadísticas indican que a medida que la población en el mundo aumenta, el número de adultos mayores de 65 años también va aumentando, y rápidamente. Según el último Censo, un tercio de las personas que viven en EEUU entre los 45 y 63 años viven solos, un aumento de un 50% desde 1980.
En los próximos 30 a 40 años, la población de adultos mayores se duplicará más que la de los niños, lo que significa que para 2040 el número de adultos mayores llegará a ser cercano al número de adultos jóvenes, según Steven Wallace, profesor del Colegio de Salud Pública de UCLA, durante la Conferencia Científica Anual 2015 de la Sociedad Gerontológica de América (GSA, por sus siglas en inglés).
Todas estas estadísticas y lo que he visto personalmente, no solamente con la señora Olga sino con muchos otros casos, me llevó a investigar este tema, y me percaté de varias cosas: vivir solo es algo altamente complejo, afecta a las personas de diversas formas, hay aspectos positivos, pero también muy negativos.
Pero lo más importante es que muy probable que cada uno de nosotros nos encontremos en una situación de soledad en algún momento de nuestras vidas y para ello tenemos que estar preparados sobre todo cuando lleguemos a la vejez. Como dice Gabriel García Márquez, “El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Fuente: La Raza