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Buenos Aires (Argentina), 21 de abril de 2013. Durante las inundaciones que afectaron a principio de abril a Buenos Aires, La Plata y sus alrededores cientos de adultos mayores realizaron trabajos solidarios, lo que muestra la otra cara de este grupo etáreo, que constituyó el 60% de las víctimas fatales.

Más allá de los casos de ayuda durante la emergencia los mayores constituyeron un pilar fundamental en la organización de las actividades solidarias que dieron respuesta a las inundaciones y que representaron extensas jornadas, donde los adultos mayores trabajaron codo a codo con los más jóvenes. Esta colaboración fue invisibilizada por los medios en general, que remarcaron más bien el aspecto vulnerable de los mayores, lo que no deja de ser una realidad dado que por sus condiciones físicas pueden estar más expuestos en las emergencias.

«Llegábamos muy temprano y estábamos hasta la tardecita. Algunos cortaban para comer, pero siempre había alguien trabajando. Había momentos en los que estábamos fusilados, pero seguíamos sin parar”, relató Esther Rodríguez, miembro del Club Raíces de Capital Chica. El club, situado en el corazón del barrio platense de Los Hornos desde 1936, se transformó en un centro de recepción, clasificación y distribución de donaciones, actividades que se desarrollaron desde el jueves posterior al temporal hasta el fin de semana pasado.

«Hubo algo más de 200 voluntarios trabajando, socios y no socios. Pero el rol que desempeñaron los adultos mayores fue importantísimo», remarcó Roberto Cadelli, miembro de la comisión directiva.

Este fue sólo uno de los espacios donde los mayores trabajaron de forma colectiva para recibir lo que los vecinos donaban, arreglar las prendas que hicieran falta, clasificar el material o brindar una caricia. Luego de mostrar la cancha de básquet y referir con orgullo que «hace unos días esto estaba lleno de donaciones», Jorge Nieto aseguró que «pese al cansancio uno se sentía bien, orgulloso de poder estar dando una mano».

María Agustina Fernández, Presidenta de Raíces de Capital Chica y también de la comisión de alumnos del Programa de Educación Permanente para Adultos Mayores (PEPAM) que funciona en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP),  fue testigo de que «muchos de los adultos que no fueron damnificados salieron a ayudar».

La actividad solidaria no es un gesto aislado entre las personas mayores. Según una encuesta realizada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el 14,1 % de los adultos mayores realizan tareas voluntarias.

«Las distintas formas de solidaridad que encaran muchos mayores es un modo de re-vincularse, de tender nuevos lazos, de ayudarse, ayudando», opinó la doctora en Psicología Graciela Zarebski, especialista en personas mayores. Y continuó: «También es un modo de revalorar lo que se tiene, de superar la idea de que `en la vejez no se tiene, no se vale, no se es`. Es poder ver que hay otros que tienen menos, que otros valoran lo poco o mucho que uno tiene para compartir. En última instancia hacer lazo solidario es amar, es salir de la soledad, es un modo de seguir aprendiendo con el otro, creciendo con el otro, seguir luchando por la vida con sentido. La vejez en muchos va acompañada de este cambio de valores, una de las formas de la sabiduría en la vejez», concluyó.

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