Ciudad de México, 2 de enero de 2015. Por Fernando Aguilar. El panorama para la población de la tercera edad en México es sombrío, pues presentan severas situaciones de violencia intrafamiliar, son objeto de discriminación, de abandono, desempleo, y una precaria salud que mina conforme avanzan los años, lo cual los sume en una depresión, que en muchos casos los lleva al suicidio, concluye un estudio de la Cámara de Diputados.
Las personas adultas mayores perciben un abandono social muy fuerte, casi un 60 %, es decir, 6 de cada 10 personas de esta edad, consideran que la sociedad no las ayuda porque no conoce sus problemas y casi 60 % está de acuerdo o totalmente de acuerdo con la idea de que en México no se respetan sus derechos.
De acuerdo con datos oficiales, en 2010 la población de 65 años y más en el país fue de 7.293.814 personas, 6.7 % del total; 46 % de ellas eran hombres y 54 % mujeres; es decir, 86 hombres por cada 100 mujeres.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) enumera: en México la anemia entre los adultos mayores se considera un problema de salud pública; el maltrato y agresiones oscilan entre 8 y 18 %, según área geográfica; las mayores tasas de mortalidad por accidentes y suicidios, corresponden a esta población; además, la tasa de suicidios ha mostrado un crecimiento sistemático en los últimos 20 años. Y por si esto fuera poco, la edad es la tercera fuente de discriminación en el país.
Para empezar, el Censo 2010 puso en evidencia la estructura fragmentada y desigual del sistema de protección social en México; una tercera parte de los adultos mayores no cuentan con cobertura en salud y, de 71 % que se encuentra cubierto, la mayoría está adscrito al Instituto Mexicano del Seguro Social-IMSS, al Seguro Popular y al Instituto de Seguridad Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado-ISSSTE.
Pero la mayor parte de los adultos mayores son jefes de hogar (64 %) y una quinta parte, cónyuges (20.5 %), lo que da una idea de la importancia que tiene esta población para la economía y socialización familiar; y cuestiona la idea generalizada de que la mayoría de los adultos mayores es población dependiente o inactiva.
Aún así, sus condiciones de vida son las más vulnerables en la estructura social y algunas características sociales y económicas muestran esta realidad, señala el estudio.
Por ejemplo, la población analfabeta es casi cinco veces mayor a la presentada por la población total en su conjunto; el promedio de escolaridad en este sector de la población mexicana es 4.6 años menor que el nacional y el 50 % de ellos no alcanzaron ni tres años de estudio.
Otros datos para ilustrar su condición señala que, dentro de la población con alguna discapacidad, 48.3 % se encuentra entre los mayores de 60 años; el 27 % de los adultos de 65 años y más no es derechohabiente a ningún servicio de salud; y por prestación laboral solamente 34 % tiene este derecho.
Asimismo, aproximadamente 24 % de esta población declaró estar trabajando; de ellos, solamente 31 % tiene un empleo en el mercado formal de trabajo, los demás se encuentran en labores informales; el ingreso por trabajo de casi 50 % de esta población es menor a un salario mínimo, y el promedio general no llega a dos salarios mínimos; en tanto el 23 % de trabajadores de este grupo de edad no percibe ningún salario por su trabajo, a pesar de que, en promedio, trabajan 35 horas semanales.
Del total de ocupados solamente 31 % se pueden considerar asalariados, de éstos, aproximadamente tres de cada 10 tienen servicio médico, vacaciones con goce de sueldo y aguinaldo, y apenas dos de cada 10 cuentan con reparto de utilidades o prima vacacional y ahorro para el retiro. Los que tienen todas las prestaciones fueron apenas 5.3 % del total de los asalariados (aproximadamente 28.776 trabajadores mayores de 65 años).
Aún así, las remuneraciones al trabajo son el rubro más importante de sus ingresos; el segundo es el proveniente de los programas de Gobierno, aunque, según la información del Censo 2010, llegaban solamente a 40 % de ellos; la tercera fuente la conforman las percepciones por jubilación o pensión, las cuales recibe 27 %; las remesas y las ayudas monetarias familiares son las que menos aportan, con 5.2 y 9.4 % respectivamente, de acuerdo con el INEGI.
A lo anterior se agregan las considerables diferencias entre los montos de subsidios mensuales que en promedio reciben los pensionados de acuerdo con la institución para la que laboraron o cotizaron. Según John Scott, en 2009 un pensionado del IMSS recibió 2,635 pesos mensuales, mientras que un pensionado de Luz y Fuerza del Centro recibió 17,556 pesos, un beneficiario del programa «70 y más» recibió el equivalente a 19 % de la pensión promedio del IMSS.
En tanto los no ocupados muestran aún mayor vulnerabilidad, ya que el 67.6 % de no ocupados no recibe pensión o jubilación; y el 57.9 % no se beneficia de ningún programa de Gobierno, y los que no perciben ingresos ni por pensión ni por programas de Gobierno alcanzaron 60.4 %.
Los adultos mayores, además de enfrentar la pérdida de sus capacidades físicas y de ingresos para vivir, se enfrentan a contextos de violencia y discriminación. Según algunos estudios realizados en el país sobre violencia intrafamiliar, el porcentaje de esta población que ha sufrido maltrato y agresiones oscila entre 8 y 18 %.
Para los suicidios de 1990 a 2010 la tasa de los adultos de 60 y más es la más alta, fundamentalmente a partir de los 75 años, se ubicó en 9.7 por cada 100 mil habitantes y, al igual que la de 60 a 74 años de edad, su incremento ha sido constante desde 1990.
El suicidio se relaciona con la sensación de abandono, aislamiento, enfermedad y depresión y éstas, a su vez, con casos de jubilación, deterioro económico, pérdida de status, carencia de soporte familiar, institucional y social. Casi todos estos indicadores son resultado del descrédito social que sufre el envejecimiento lo cual va acompañado del descuido e indiferencia, que son una forma de violencia y maltrato hacia esta población.
Fuente: La Prensa