Buenos Aires (Argentina), 17 de junio de 2015. Editorial. El crecimiento exponencial de las expectativas de vida que hoy, en nuestro país, promedian algo más de 76 años de edad, viene acompañado, sin embargo, de connotaciones negativas y preocupantes tales como las distintas formas de maltrato contra los adultos mayores. En el caso de las ciudades, por dar ejemplos visibles, se conocen de sobra las distintas dificultades que deben enfrentar las personas de edad avanzada, en especial a lo que se refiere a los obstáculos que supone para ellas transitar por las veredas, desplazarse entre un tránsito siempre veloz o acceder a un medio de transporte colectivo.
En ese contexto problemático, que incluye discriminaciones de diversa índole, cobra especial trascendencia la reciente convención firmada por la Organización de Estados Americanos-OEA sobre los derechos de las personas mayores de 60 años, que se convirtió en el primer instrumento jurídicamente vinculante sobre la materia y con el que se espera sentar un precedente mundial.
Según se informó en este diario, en la llamada Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores se firmó en un acto formal durante la 45 asamblea general de la OEA un documento cuyo objetivo es “promover, proteger y asegurar el reconocimiento y el pleno goce y ejercicio, en condiciones de igualdad, de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de la persona mayor, a fin de contribuir a su plena inclusión, integración y participación en la sociedad”, según dice el texto de la convención, firmada por representantes de la Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Uruguay y República Dominicana.
Se indicó que el aumento de la población mayor en el continente y la sensación de que está cada vez más desprotegida, motivó la redacción de una convención sobre el colectivo, una idea que según sus impulsores se ha estudiado también en el seno de Naciones Unidas pero, por el momento, no ha reunido el consenso necesario.
Concretamente, los derechos protegidos por la nueva convención de la OEA son la igualdad y la no discriminación por razones de edad, el derecho a la vida y la dignidad en la vejez, el derecho a la independencia y la autonomía, el derecho a la participación y la integración comunitaria, y el derecho a la seguridad y a una vida sin violencia.
Es absolutamente cierto que, junto a los evidentes progresos de la medicina que han permitido extender las expectativas de vida, se ha forjado una nueva y cada vez más nutrida franja etaria, cuyas demandas diversas también se multiplican y que se encuentran enfrentadas a estructuras administrativas y sociales poco preparadas para absorberlas e interpretarlas.
Son muchos los expertos que han venido alertando en los últimos años sobre los crecientes desafíos que plantea la denominada globalización de la vejez, frente a cuya presencia se requieren cambios mucho más amplios de conceptos y estrategias y hasta, si se quiere, de una nueva cultura social que contenga y proteja mejor a los adultos mayores. Es sobre todo en este último rubro, el de las reivindicaciones sectoriales, inclusive en las de índole educativo, en donde cobra especial valor la convención de la OEA.
Lo que en definitiva parece estar cada vez más claro, es que, con criterio realista, los distintos Estados y las sociedades que los componen deben atender a las circunstancias actuales y, a la vez, estructurar con racionalidad e imaginación políticas integrales que acompañen esta verdadera revolución cotidiana que significa el nacimiento de la nueva generación de adultos mayores.
Fuente: El Día