Oaxaca (México), 16 de junio de 2014. Según los datos del Instituto Nacional de Geriatría (Secretaría de Salud) entre el 8.1 y 18.6 % de los más de once millones y medio de los mayores de 60 años que hay en México es víctima de acciones que agreden, intimidan o ponen en riesgo su salud, acciones ejercidas principalmente por sus familiares. En 2012 la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó a nivel mundial entre el 4 y el 6 % de los mayores ha sufrido alguna forma de abuso y maltrato, es decir, un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento, así como la falta de medidas apropiadas para evitarlo, condición producida en una relación basada en la confianza.
Usualmente, estas agresiones no son detectadas ni atendidas y pasan casi siempre inadvertidas. Las medidas al respecto deben erradicar estereotipos y estigmas sobre el envejecimiento, propiciar dinámicas familiares sanas y construir puentes intergeneracionales, recomendó Fernando Quintanar Olguín, de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Iztacala de la Universidad Autónoma de México-UNAM. Lo más relevante es garantizar la atención integral a los adultos mayores, la protección de sus derechos y fomentar entre la población una cultura de respeto hacia aquéllos. No basta la legislación, debe asumirse el compromiso de cumplirla, subrayó Quintanar con motivo de la celebración ayer del Día Mundial de la Toma de Conciencia de Abuso y Maltrato a la Vejez.
El académico, con amplia experiencia en los temas referidos, expuso que la violencia contra los adultos mayores es consecuencia de dinámicas personales y familiares negativas. En estos casos, las relaciones están deterioradas, los límites rotos y no existen compromisos definidos ni un proyecto de vida con sentido. “También el hacinamiento familiar y la historia personal de los ancianos los exponen al maltrato, como una forma de castigo por su conducta anterior”.
Maltrato y humillación
Fernando Quintanar explicó que la violencia está presente en el maltrato físico, psicológico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. Esto también puede ser resultado de la negligencia, intencional o no. Las formas más recurrentes son el desprecio, la marginación familiar, el sarcasmo, el aislamiento, la demanda continua de apoyos de todo tipo y el control de los tiempos personales, entre otras, detalló.
Detrás de las agresiones existen historias familiares llenas de frustraciones, distanciamientos y dependencias mutuas sin resolver. La parentela exige a los adultos mayores apoyo económico para sostenerse o pagar deudas y el cuidado de hijos con discapacidad o nietos, en una dinámica negativa, explicó.
En términos psicosociales, las condiciones de estas conductas deben analizarse a fondo para conocer la historia detrás y determinar las acciones necesarias para atender el problema. Se requieren nuevas modalidades de relaciones personales y familiares, comentó.
Además, es recomendable construir puentes intergeneracionales entre adultos mayores y jóvenes para fomentar la convivencia, el entendimiento mutuo y el respeto. Asimismo, es preciso generar espacios de educación para comprender el envejecimiento e instancias donde los ancianos tengan áreas propias y sean responsables sólo de sí mismos, en la medida de sus posibilidades. La educación emocional es fundamental, concluyó.
Fuente: Ciudadanía Express