Lima (Perú), 6 de septiembre de 2014. Por Carolina Trivelli, Economista. Un tema que cobra importancia en el Perú es el de la economía del cuidado. Esto es la asignación de recursos a actividades que se derivan de la necesidad de cuidar, atender a grupos vulnerables, como adultos mayores, niños, personas enfermas o con alguna discapacidad.
Los cambios demográficos y económicos de nuestro país traen una demanda creciente por servicios de cuidado. Somos una población aún joven que tiene hijos pequeños que cuidar, pero también estamos viendo que nuestra sociedad comienza a envejecer (por la mayor esperanza de vida, sobre todo). Lo primero durará poco: las tasas de fertilidad siguen bajando. Lo segundo aumentará en la medida que aumente nuestro nivel de desarrollo. La proporción de adultos mayores crecerá.
Venimos de una tradición en la que el grueso de las actividades del cuidado es atendido por las mujeres, y generalmente sin ninguna remuneración. Han sido, y siguen siendo, las abuelas que cuidan nietos, las nueras e hijas que cuidan a sus padres y suegros, las sobrinas que se hacen cargo de los tíos sin hijos. Pero vienen cambios. Crecientemente las mujeres están entrando al mercado laboral. Hoy la participación laboral femenina supera el 65 %. Es decir, seis de cada diez mujeres en edad de laborar trabaja. Esto implica que las tareas de cuidado deben delegarse o, al menos, compartirse.
En la próxima generación, la participación laboral femenina será mayor y, con ello, la demanda por servicios de cuidado crecerá, en particular para atender a la mayor cantidad de adultos mayores. La primera respuesta a esta mayor demanda será pedir a las mujeres que se organicen mejor, que hagan malabares para organizar sus redes familiares y sociales para atender esta demanda. Pero esta respuesta es insostenible.
Es necesario visibilizar la demanda por servicios del cuidado e identificar opciones para atenderla. Necesitaremos nuevos proveedores de estos servicios, instituciones especializadas, como hay ya en otras latitudes. Más cunas y guarderías para que las mujeres puedan trabajar y aportar; más hogares y casas de reposo donde los adultos mayores estén no sólo bien cuidados, sino acompañados, mejores opciones de cuidado en casa o fuera de ella para personas enfermas, etc. Estos servicios pueden venir vía el mercado, generando negocios, por ejemplo, para atender la demanda de la creciente clase media; vía el Estado, a través de programas que faciliten la inserción laboral de las mujeres de menores recursos o a través de nuevos esquemas, como organizaciones solidarias, rotativas y cooperativas de cuidado que tienen éxito en otros países. Contar con servicios de cuidado favorece el crecimiento y la inclusión, sobre todo de las mujeres, y permite aprovechar mejor el llamado bono de género.
Fuente: Perú21