Madrid (España), 22 de enero de 2015. La esperanza de vida no siempre lleva asociada una buena calidad de vida. Es un hecho que el aumento de aquélla acelera la prevalencia de las enfermedades crónicas que están vinculadas a la fragilidad y a la dependencia, como es el caso de las enfermedades neurológicas (fundamentalmente el binomio ictus-demencia), las artrosis y las deficiencias sensoriales de vista y oído. Pero es la enfermedad, y no la edad, la principal causa de dependencia. Ésta es el resultado de combinar los cambios fisiológicos asociadas a la edad, las enfermedades crónicas y el entorno psicosocial.
Diversas disciplinas científicas, como la geriatría y la gerontología, nos dicen que es posible disminuir la frecuencia e intensidad de la dependencia y retrasar su aparición. La educación sanitaria, la prevención, el control y adecuado manejo de las enfermedades y la recuperación de la función perdida, son algunas de las medidas necesarias para disminuir la dependencia («Decálogo de las personas mayores«. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología). Así, ocuparse y preocuparse por una vida de calidad a medida que se envejece ha pasado a ser en la actualidad la meta gerontológica más perseguida y valorada tanto para los profesionales, como para los gestores de programas y servicios dirigidos a la población mayor y para los propios mayores.
Afrontar esta etapa vital con mayor calidad de vida es el objetivo del Manual de recomendaciones editado el pasado mes de diciembre por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología-SEGG. Con el título “Promoción de la autonomía y prevención de la dependencia” el manual desarrolla actividades de fomento de vida saludable y prevención de la enfermedad, interviniendo, a través de consejos básicos, sobre los factores que directamente inciden sobre la cronicidad y la fragilidad. El manual aborda, entre otras, áreas tales como la alimentación, la actividad física, el bienestar emocional, los factores de riesgo cardiovascular o la promoción del buen trato a los mayores.