«Un país no puede dejar a sus adultos mayores en pobreza»

San José (Costa Rica), 6 de mayo de 2015. Costa Rica ya es un país envejecido y en el futuro ese escenario se hará más complejo. Esto impone un reto para el Estado y para la sociedad en general: asegurarles a los adultos mayores de hoy y a los del futuro una vejez sin pobreza.

Gina Riaño Barón, Secretaria General de la Organización Iberoamericana de Seguridad Social (OISS), participó en el foro de análisis de pensiones (organizado por la Caja Costarricense de Seguro Social-CCSS los días 14 y 15 de abril) sostiene que uno de los pilares para lograr lo anterior es un sistema fuerte de pensiones.

¿Por qué es necesario pensar en reformar las pensiones?

Los sistemas de seguridad social y los regímenes de pensiones no son ajenos a los cambios sociales. Están afectados siempre por el envejecimiento de la población, que es un fenómeno mundial. El reto es garantizar la seguridad económica durante el mayor tiempo posible para todas las personas. Y, normalmente, esta seguridad se deriva de los regímenes de jubilación y de pensión.

Hay que tomar en cuenta la incorporación de la mujer al mercado laboral y las dificultades de ese mercado, que se trasladan a los sistemas de seguridad social. La alta rotación en el empleo, las lagunas de cotización (mujeres que salen del mercado para atender hijos y mayores), y las nuevas formas del mercado laboral (el trabajo en tiempo parcial, a destajo, el teletrabajo…) todo esto debilita el mercado laboral y tiene impacto en los sistemas de pensiones.

También están otros factores que afectan, como la migración. En momentos de mundialización de la economía, los trabajadores van de un lugar a otro y los sistemas de seguridad social no tienen previsto cómo garantizar la protección del trabajador migrante.

Las nuevas tecnologías impactan los regímenes de seguridad porque hoy se impone una gestión de la seguridad social aplicando las nuevas tecnologías y nuestras instituciones son de 60 y 70 años, no están preparadas para una gestión sin papel, para una gestión de bases de datos automatizada, hay que transformar esas instituciones para poder garantizar una gestión eficiente.

Otro aspecto es la falta de una cultura previsional, de manera que los jóvenes hoy no tienen claro cómo enfrentar la contingencia de la vejez. No tenemos una cultura del ahorro. Para los jóvenes hoy lo importante es resolver su problema de empleo.

La baja tasa de fecundidad de las mujeres. En los años 60, tenían seis hijos. Hoy estamos, en promedio, dos hijos por mujer. De manera que habrá menos trabajadores en un futuro que puedan contribuir para sostener a las personas mayores. En el 2050, por primera vez, habrá más personas mayores de 65 años que menores de 15. De manera que son unos retos que están ahí, que hay que analizar y evaluar. Lo más interesante es que Costa Rica hace prospectiva, y analiza y se prepara para el futuro. Esto habla muy bien de las autoridades porque quiere decir que ven a largo plazo el futuro y están previendo los ajustes para que haya un sistema de seguridad social sólido que garantice la protección social de los costarricenses.

Este tema ha sido manoseado políticamente. ¿Qué piensa de la injerencia de este tipo de política en estas reformas?

Los sistemas de seguridad social deben estar intervenidos por la verdadera política, una que busque ajustar los requisitos del sistema a los cambios del momento. Por ejemplo, lo que se necesita es ampliar cobertura y hay un colectivo de trabajadores que no alcanza a cumplir con los requisitos de contribución pero que ha llegado a la vejez. Creo que una buena política es que el conjunto de la sociedad pueda apoyar a estos trabajadores y les reconozca una pensión no contributiva, aplicando el principio rector de la solidaridad. Lo otro (manoseo político) no es deseable porque esto responde a unas matemáticas actuariales. El resultado será el esfuerzo de la contribución; el resultado será el número de año que hayas contribuido, la tasa de reemplazo que se establezca y cómo se va a sustituir esa renta.

Creo que ir hacia unos sistemas que permitan unos pilares de prevención de la pobreza en la vejez, financiados por la vía de los impuestos con el esfuerzo de todos, es muy positivo. Pero también reconocerle una pensión suficiente y que les permita una autonomía y seguridad económica en la vejez a los trabajadores que con su esfuerzo contributivo hayan cotizado.

¿Cuáles son los síntomas que le dicen a un sistema que es el momento de cambiar?

Hay que analizar el comportamiento del mercado laboral porque ahí se refleja. El número de afiliados que tengamos hoy y cómo es su permanencia en la cotización va a darnos una idea de cómo será su historia al retiro.

Si vemos que hay alta rotación en el empleo, que la gente entra y sale del mercado formal, si tenemos mucha informalidad… esos son síntomas perfectos de que hay que ajustar el sistema.

Y es que los sistemas de seguridad social hay que estarlos ajustando. No lo veo cada cinco años, pero por lo menos cada 10, 15, 20 años hay que ajustarlos, de manera que permitan irse adecuando a esas necesidades.

Las nuevas modalidades de trabajo, ¿son el mayor riesgo para la cobertura contributiva?

Estas modalidades no formales se caracterizan por baja densidad de cotización, bajo salario e inestabilidad. Ya no es el trabajo con una relación de subordinación. Hoy, ese es el excepcional. El general es el de cuenta propia, a tiempo parcial, con dos o tres empleadores, free lance … esos son más difíciles de que puedan contribuir porque hay una barrera de acceso al sistema. En muchos sistemas, no se puede cotizar por horas, no se puede cotizar por tiempo estacionario (caso de los colectivos de agricultores que trabajan por temporadas o cosechas estacionales), los taxistas con ingresos variables. Los sistemas de seguridad social deben irse adaptando a esas formas de trabajo y dar soluciones para permitir que estos grupos de colectivos de trabajadores ingresen.

Además, hay otros fenómenos, como la desigualdad y la pobreza, que los sistemas de protección social deben resolver, y que no dependen ni del mercado laboral ni de la cotización, ni de la edad de jubilación. Hay cambios económicos que hacen que haya más o menos personas en pobreza. Hay que rescatarlos con un sistema de protección social que les evite la pobreza en la vejez.

Ahí es donde el sistema tiene que ser creativo.

Pensiones no contributivas, beneficios económicos o subsidios, asistencia… Lo que no creo que una sociedad pueda permitirse es que sus mayores estén en la pobreza.

¿Es posible llegar al 100% de cobertura contributiva?

Hay muchos que lo han logrado por la vía de pensiones no contributivas, de reconocer la economía del cuidado, dándole una cuantificación al trabajo no remunerado. Hay que ver las reformas que han hecho Uruguay y Chile, pues nos pueden indicar que sí hay manera de resolverlo, evitando el riesgo de caer en un Estado asistencialista.

¿Qué podríamos adaptar en Costa Rica de Chile y Uruguay?

Chile es un sistema de capitalización que ha tratado de incorporarle solidaridad, ha reconocido estos temas del mercado laboral y de la mujer.

El uruguayo es más universal porque tiene un primer pilar en el cual todos contribuyen con solidaridad, se asegura a las personas contra la pobreza en la vejez. Hay un fondo de capitalización público que administra el propio Banco de Previsión Social. Lo más importante es que los pilares en que se fundan los sistemas de seguridad social se adapten a las necesidades sociales.

Hoy en Europa hay una nueva prestación: la prestación por dependencia para personas que no pueden valerse por sí mismas. Se les reconoce una prestación desde el punto de vista asistencial (una persona le ayuda con sus necesidades básicas) y otra económica (para que pueda pagar a alguien que le dé soporte).

¿Es la ley de dependencia?

Sí, es una maravilla.

¿Debe doler una reforma?

No necesariamente. Es un tema muy sensible, porque las personas tienen sus expectativas y movérselas es difícil. Pero hay reformas que se hacen sin que duelan. Por ejemplo, no te dicen que te van a aumentar la edad, pero cambian la fórmula de cálculo. Esa reforma no te duele pero te la hacen.

Hay que respetar los derechos adquiridos y los derechos en curso de adquisición. Esa expectativa legítima que un ciudadano tiene frente a su sistema hay que respetarla. Por eso, las reformas tienen periodos de transición o graduar el impacto.

¿Cuáles deben ser las características de una reforma justa?

La que tenga en cuenta todos los factores, respete todos los derechos adquiridos, la que no ponga en peligro la estabilidad financiera. Podemos dar una reforma ideal: la que irresponsablemente un político aplique bajando la edad, pero con eso estamos hipotecando el futuro de los jóvenes. Hay que pensar en todas las generaciones: si les resolvemos hoy el problema a los mayores de 60 años, pero les generamos una deuda a nuestros hijos.

Las reformas no son justas o injustas. Son oportunas o inoportunas. El sistema de seguridad social es responsabilidad del Estado. Son impopulares, pero si se cuida la expectativa de derechos, yo no creería que la población rechace la reforma.

¿Cómo hacerlo?

La mejor forma es dialogar con todos los sectores y actores sociales. Siempre habrá quienes se opongan por definición.

La verdadera ciencia está en que participe la mayor parte de los sectores, de los actores sociales, pero que sea una en donde el impacto esté amortiguado con los beneficios que se reciben de la reforma.

 Fuente: La Nación

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