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Hay un mito demográfico instalado cuando se piensa en América Latina y El Caribe: la población joven es inmensa mayoría y la vejez es algo anecdótico. ¿Es verdad? En realidad no. América Latina y El Caribe envejece a pasos agigantados y a una velocidad no conocida hasta ahora en el planeta. Lo que a Europa le llevó 65 años y a América del Norte 75 años, a la región le va a llevar apenas 35 años. Si en este momento, el 11% del total de la población de América Latina y El Caribe (ALC) tiene más de 60 años de edad, en 2030 representará el 17% y en 2050, uno de cada cuatro habitantes en ALC será mayor de 60 años.

Los datos de la ONU son indiscutibles y están recogidos en el informe “Panorama de Envejecimiento y Dependencia en América Latina y El Caribe”, publicado por el BID a principios de 2018. El porcentaje mundial de personas por encima de 60 años era del 12% en 2018, aunque las diferencias por región eran evidentes: mientras ALC tienen un 11%, Oceanía tiene un 16%, el este Asiático un 17%, América del Norte un 21% y Europa un 24%.

En nuestra ALC las diferencias en las dinámicas poblacionales entre un país y otro son significativas. Mientras en 20150, Belice, Bolivia, Guatemala, Guyana y Haití “serán como lo es hoy China, con alrededor de un 15% de la población mayor de 60 años; Bahamas, Barbados, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Jamaica, Trinidad y Tobago y Uruguay podrán compararse con Alemania, Finlandia e incluso Japón, con una proporción de adultos mayores cercana al 30%”, destaca el BID.

El aumento en la esperanza de vida y la mejora de algunos servicios de salud o de atención empujan el envejecimiento, pero otra cosa es que ese envejecimiento sea activo y de calidad. Por ello, la Federación Iberoamericana de Asociaciones de Personas Adultas Mayores (FIAPAM) insiste en la importancia de la ratificación de la Convención Interamericana sobre Protección de Personas Adultas Mayores por parte de los países de la región y la traducción de ésta en leyes y políticas activas en favor de esta población.

De hecho, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, sólo el 56% de las personas que han pasado la edad de retiro en ALC tiene algún tipo de pensión, ya sea contributiva o no contributiva. El informe del BID recoge que “los datos que surgen del Programa para el Mejoramiento de las Encuestas de Hogares y la Medición de Condiciones de Vida del BID muestran que el promedio regional esconde panoramas muy diferentes: entre las personas mayores de 80, la cobertura de las pensiones contributivas y no contributivas puede ir desde valores tan bajos como un 7% en Honduras, o 14% en Guatemala, hasta niveles cercanos al 100% en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Uruguay. Los países con niveles elevados de cobertura del sistema de seguridad social son, en general, aquellos con menores niveles de pobreza entre la población adulto mayor, aunque debe destacarse que existen países, como Bolivia, en los que si bien la pensión social es universal, casi el 80% de las pensiones otorgadas están por debajo de la línea de pobreza”.

Si sumamos esta falta de cobertura de las pensiones a la situación de dependencia de algo más ocho millones de personas de 60 años o más en la región (un 12% del total), aparece un grave problema de atención y cuidados en la mayoría de países.

Esta baja cobertura de la seguridad social influye determinantemente en los índices de pobreza entre la población adulta mayor ya que “incluso en países como México, que han experimentado un considerable crecimiento económico en las últimas décadas, la pobreza es insoportable y en países como Guatemala, Honduras o Nicaragua cerca de la mitad de los adultos mayores viven en condiciones de indigencia o pobreza”.

Si sumamos la baja cobertura de la seguridad social y los altos niveles de pobreza las consecuencias son que quedan limitadas “las posibilidades de las familias de contar con ayuda externa para cuidar a sus adultos mayores dependientes” y se obliga a que muchas personas tengan que continuar trabajando hasta edades avanzadas. “Esto es así particularmente entre los hombres. En varios países de la región, más del 20% de los hombres mayores de 80 años sigue trabajando”.

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