Quito (Ecuador), 27 de julio de 2015. La esperanza de vida en Ecuador llega a 77 años en 2015, siete más que en 1990, lo que aumenta la probabilidad de casos de demencia debido a esta enfermedad.
Cuando le preguntaron a Alfonso qué era más pesado, una cama o una silla, el hombre de 75 años frunció su ceño, se tomó la barbilla y fijó su mirada en un punto. No se animaba a pegar los recortes de ambos objetos, que sostenía en sus manos, en un papel sobre su escritorio.
Al no encontrar respuesta, una de las cuatro enfermeras que, a inicios de julio, cuidaba de él y otros 37 adultos mayores en la Casa de Respiro del Patronato Municipal San José, en Quito, le insistió. El anciano bajó la cabeza y con una voz baja respondió que no sabía. La enfermera lo abrazó, conversó con él y de repente Alfonso dijo que es la cama la que pesa más.
Aunque la pregunta es sencilla, para Alfonso resolver cosas como esta se le vuelve cada día más difícil. Él fue diagnosticado con Alzhéimer en su fase inicial, una degeneración progresiva de las neuronas cerebrales, aún no curable, que afecta las funciones cognitivas y en fases intermedias y avanzadas –que pueden durar hasta 15 o 20 años– restan total independencia a actividades cotidianas como caminar, comer o ir al baño.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al 2015 existen en el mundo cerca de 47,5 millones de personas que padecen demencia. Entre el 60% y el 70% de estos casos posee Alzhéimer, que es la causa de demencia más común. La entidad prevé que el número de personas con demencia en el mundo pase de 75,6 millones en 2030 a 135,5 millones en 2050.
En Ecuador uno de cada tres adultos mayores presenta alguna enfermedad crónica. Las más frecuentes son las cardiacas, cerebro vasculares, pulmonares, diabetes, hipertensión, cáncer, deterioro cognitivo y depresión, según la Agenda de Igualdad para Adultos Mayores 2012-2013 del Ministerio de Inclusión Económica y Social.
La Federación Internacional de Alzhéimer (ADI, por sus siglas en inglés) estimó en 2010, a partir de investigaciones en naciones vecinas como Perú, que en el país podrían existir entre 80 mil y 100 mil casos de esta enfermedad, que tiende a aparecer a partir de los 60 años.
El Alzhéimer puede empezar con olvidos leves (de tiempo y espacio), dificultades pequeñas para caminar, pérdida de concentración e incapacidad para comprender el significado de las palabras o hacer operaciones matemáticas básicas.
Los psiquiatras y neurólogos consultados coinciden en que estos síntomas pueden ser confundidos con envejecimiento natural y luego ir en aumento, al pasar a la fase moderada, que se caracteriza por perder la capacidad de aprender y la afectación de las memorias reciente (no recuerda qué desayunó en la mañana) y remota (trae a colación su pasado o vive en él).
Ya en la parte avanzada, el paciente presenta agresividad, desconoce su alrededor y no controla sus funciones orgánicas, lo que le llevan a la postración y finalmente a la muerte.
Cecilia Ordóñez, directora de la Fundación TASE Alzhéimer, explica que los casos “aumentan peligrosamente” porque en el país la población vive mayor tiempo. El Instituto Nacional de Estadística y Censos-INEC estima para este año una esperanza de vida de 76,5 años (79,5 en mujeres y 73,5 en hombres). El último reporte de ADI, de junio de 2015, revela que las mujeres presentan mayor riesgo a desarrollar demencia, no solo porque viven más, sino por la pérdida de estrógenos después de la menopausia.
El envejecimiento poblacional es uno de los fenómenos con más impacto en Ecuador, se indica en la Agenda de Adultos Mayores, porque ocasiona un crecimiento “de los índices de enfermedades crónico degenerativas e incapacidades”.
Hace tres años, Amada de Ortiz, de 58, dejó la venta de caramelos en Quito para cuidar a su suegra, Isabel, de 85 años, debido a la agresividad y limitada independencia que presentaba. Cree que la salud mental de su suegra empeoró al dejarla sola en casa para ellos ir a trabajar.
La Fundación TASE calcula que la dependencia de un enfermo con Alzhéimer afecta económica y emocionalmente a al menos siete miembros de la familia encargada del cuidado.
En el 2014, ADI hizo un llamado a que demencias como ésta sean integradas en los programas de salud pública mundiales y locales. En septiembre de 2014, TASE y otras instituciones que trabajan con adultos mayores, plantearon a la Comisión del Derecho a la Salud de la Asamblea que incluya un capítulo sobre “Alzhéimer y otras Demencias” en el Código Orgánico de Salud, en debate en esta mesa desde agosto de 2013.
Robert Puertas, jurisconsulto que expuso la iniciativa, dice que se busca que el Estado privilegie la prevención.
El neurólogo Eduardo Arízaga cree que lo relativamente nuevo de esta condición mental en el país ha hecho que no se tenga estadísticas reales o políticas públicas dirigidas a pacientes con esta enfermedad. Para él, hay un subregistro debido a que, por ejemplo, las personas con Alzhéimer que fallecen tras una caída, se registran con esa causa, pero no se anexa la falla neuronal que originó el hecho.
A sus 96 años, el avanzado Alzhéimer que tiene Juan (nombre ficticio) ha empeorado debido a un derrame cerebral que lo dejó postrado en una silla de ruedas. Vive en Mapasingue, en Guayaquil, con su hijo John, de 50, pero quien lo cuida es una señora a quien le pagan con parte de la pensión jubilar del anciano. Con lo que queda, la familia costea las medicinas y la atención médica la cubre el IESS, mediante un convenio con el Instituto de Neurociencias de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG).
Arízaga califica al Alzhéimer como “catastrófico”, pues en la etapa inicial los costos de las medicinas bordean los $ 150 y $ 200 al mes. Pero cuando pasa a la fase moderada o grave necesita de alguien todo el día, servicios que pueden superar los $ 1.000.
La situación se agrava cuando los afectados no tienen una pensión, viven de su familia y requieren de consultas con neurólogos, psiquiatras y terapistas para retrasar el avance de la enfermedad, dice Ibis Castillo, terapeuta del Centro Gerontológico Municipal de Guayaquil.
Según la Agenda de Igualdad, el 75% de la población mayor de 65 años no cuenta con afiliación a un seguro de salud y apenas el 23% de adultos con 60 años o más está afiliada al IESS.
El psiquiatra de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, John Robalino, quien atiende de 10 a 12 personas con Alzhéimer al día, indica que los pacientes que van al sistema público no pueden acceder a los medicamentos, debido a que no están incluidos en el cuadro básico del Ministerio de Salud. Esto pese a que la Constitución (art. 38) establece, entre otros derechos, que el Estado tomará medidas de protección, cuidado especial y asistencia cuando los adultos mayores sufran enfermedades crónicas o degenerativas.
Algo similar ocurre con la oferta de especialidades para enfermedades neurodegenerativas. Susana Borja, psicóloga de la Casa de Respiro, reconoce que es limitada y costosa en el sector privado, mientras que en el público aún es insuficiente.
11% de adultos mayores viven solos en Ecuador. La proporción aumenta en la Costa llegando al 12,4%. Esta población vive en mayoría (49%) con sus hijos.
Las realidades del alzhéimer
Victor: “Aprendamos del ser con Alzhéimer”
Víctor (nombre ficticio) es un médico que no se perdona haber dejado de ver a su madre, luego de que ella en un delirio, provocado por un avanzado Alzhéimer, lo acusó de que le robaba.
Casi dos años después de que Víctor se alejó de su madre, ella sufrió un derrame cerebral y murió en casa de su hermana. A pesar de que era un profesional de la salud jamás supo que comportamientos como los de su madre son provocados por el deterioro neuronal progresivo.
“Aprendamos del ser con Alzhéimer, así evitaremos errores”, aseguró Víctor, mientras recuerda que quien cuidaba a su madre necesitaba de paciencia para repetirle una y otra vez las cosas.
Martha: “Puede no comer o dejar de respirar”
María Luisa, de 81 años, ya no controla sus esfínteres y camina cada vez más lento, producto de un proceso degenerativo de alzhéimer que posee desde hace tres años. Sus hijos, nueras y nietos se hacen cada vez más necesarios.
Ella vivía en Cuenca, pero desde hace dos años viaja entre esta ciudad, Quito e Ibarra. Sus cuatro hijos decidieron turnarse para cuidarla cada seis meses.
Martha, nuera de María Luisa, afirma que es duro el cuidado de un adulto mayor con esta enfermedad: en un solo día la persona puede querer desnudarse, no comer, gritar desesperadamente o dejar de respirar, pues empieza a no controlar sus funciones vitales.
John: “Llama a su esposo que ya falleció”
Han pasado cuatro años desde que a María (nombre ficticio) le diagnosticaron Alzhéimer. La enfermedad se evidenció con lagunas mentales en las que la afectada, ahora de 86 años, llamaba a su esposo fallecido hace una década o a hijos que ya no viven con ella. De forma repentina, cuenta un hijo que la cuida, decía que debía apresurarse con el almuerzo porque sus pequeños hijos estaban por llegar de la escuela. Luego la enfermedad avanzó hasta el punto que María, por momentos, no controla sus esfínteres por lo que debe llevar pañales. “Se olvida que debe ir al baño”, agrega su cuidador que vive con María en el cantón Piñas, en El Oro.
Fuente: El Universo