Buenos Aires (Argentina), 9 de mayo de 2014. «No hay país que se salve de tener que resolver quién y cómo van a cuidar a sus mayores», aseguró la gerontóloga argentina Lía Daichman al presentar el miércoles por la noche en la Declaración de Río. Este documento, realizado por más de 40 especialistas de todo el mundo, constituye una herramienta clave para establecer consensos acerca de cómo enfrentar el fenómeno de la longevidad.
Conformada por 20 puntos y un «llamado a la acción», el documento establece además como diagnóstico una «insuficiencia familiar» para el cuidado y atención a los adultos mayores. Daichman, presidenta en Argentina de la ILC (International Longevity Center) y parte del grupo de especialistas que redactó la Declaración, aseguró que el modo de sostener y cuidar de los mayores «es una problemática que atraviesa también a los países más ricos, porque tiene que ver con un fenómeno relativamente nuevo, que es el envejecimiento poblacional».
«Durante años en Europa el tema del cuidado se solucionó con la institucionalización de los adultos mayores; la crisis económica mundial impuso una revisión de esto, ahora se busca volver a la familia para quien se trataba de un tema ya resuelto, en tanto en América Latina la discusión pasa por cómo aliviar a las familias», sostuvo.
La Declaración de Río, que lleva por título «Más allá de la prevención y el tratamiento: El desarrollo de una cultura del cuidado en respuesta a la revolución de la longevidad», surge del Foro Internacional de Demografía, evento que tuvo los días 16 y 17 de octubre de 2013 en Río de Janeiro, luego de tres jornadas de trabajo de especialistas en gerontología de distintas disciplinas.
El cuidado fue el eje de la discusión porque, según Daichman, «constituye un agujero negro en la temática del envejecimiento» y si bien en una primera mirada puede pensarse como un tema social, lo que subyace es además, y fundamentalmente, un problema económico que, según la especialista, «las sociedades deben resolver ya».
Según explica el documento, la relevancia del cuidado se vincula a que «si bien muchas personas mayores disfrutan de la vida activa, un número creciente de ellas requerirá atención a sus discapacidades producidas por enfermedades que no se pueden curar».
«Las enfermedades crónicas son problemas de salud de larga duración. La carga global de la enfermedad ha cambiado, pero los sistemas de salud siguen centrándose en gran medida en la curación y no están suficientemente orientados a facilitar la atención a todos los que lo necesitan», detalla la Declaración en el Preámbulo.
«Si bien esta palabra puede sonar muy dura lo que buscamos es asemejarla a los términos que utilizamos desde la medicina para pensar una solución. Muchas de las insuficiencias hoy son crónicas, esta también, y para ello debemos dar respuestas desde ámbitos diferentes», aseguró por su parte el geriatra José Ricardo Jauregui, quien también participó en la redacción de la Declaración de Río.
Con la intención de hacer un «diagnóstico» y no de cargar de valor ese concepto, la declaración define a esta «insuficiencia» como redes familiares «cada vez más pequeñas, más complejas y más dispersas geográficamente».
«El planteo de una cultura del cuidado tiene que ver con pensar justamente cómo garantizar un cuidado a largo plazo, con prestar atención tanto en el mayor como en el cuidador y en cómo garantizar que esto funcione más allá de los tratamientos médicos», detalló Jauregui.
La declaración exhorta a los gobiernos, organismos intergubernamentales, la sociedad civil y los sectores privados «a respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de las personas mayores», así como a tener un enfoque de cuidado basado en estos derechos y a asegurar que los servicios que se ofrecen no sólo existan sino que sean «accesibles».
Las mujeres están presente en dos de los puntos de la declaración. Por un lado, exigiendo que se desarrollen políticas y acciones de cuidado con visión de género. Por otro, alertando que «en la mayoría de los países las mujeres viven más, están más solas y tienen mayor discapacidad».
«Por otro lado -continúa el documento- la mayoría de las cuidadoras también son mujeres; muchas veces sin reconocimiento, sin apoyo ni formación. Sus necesidades de cuidado requieren una atención muy especial».
Fuente: El Ciudadano