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La Paz (Bolivia), 1 de octubre de 2014. Hoy, como cada 1 de octubre desde que en 1990 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) designara esta fecha como Día Internacional de las Personas de Edad, la jornada está dedicada a concentrar la atención de las personas, familias, instituciones públicas y privadas, y muy especialmente de los Gobiernos del mundo, en un tema que con cada año que pasa adquiere mayor importancia. Se trata de la principal tendencia demográfica del siglo XXI, la que apunta a un sostenido envejecimiento de la población.

Para dar una idea de la dimensión cuantitativa de ese fenómeno, el Fondo de Población de Naciones Unidas – UNFPA emite todos los años un informe sobre la situación actual. Según la versión más reciente, ya se ha superado ampliamente los 700 millones de personas mayores de 60 años y se calcula que, al ritmo actual, ese segmento poblacional llegará a 2.000 millones en 2050, algo más del 20 por ciento de la población mundial.

Según los expertos en materia demográfica, la dimensión cuantitativa del asunto, la que se refleja en las frías cifras, es de por sí un motivo de preocupación. Pero, lo es mucho más la dimensión cualitativa, pues no hay antecedentes en la historia de la humanidad que puedan servir como experiencia aleccionadora. Sociedades integradas por más ancianos que niños y jóvenes es algo que, sin guerra de por medio, nunca antes se había visto y eso de por sí obliga a las actuales generaciones a buscar fórmulas inéditas para planificar el futuro.

El reto puede ser enfocado bajo diversas perspectivas, desde las más pesimistas hasta las más optimistas, pasando por una amplia gama de percepciones intermedias. Lo que se complica más aún si se considera que además puede y debe ser abordado en diferentes dimensiones: a escala planetaria y su secuencia hasta la escala individual, que corresponde a cada persona y su entorno más íntimo.

Por otra parte, y sea cual fuere la perspectiva desde la que se lo aborde, el tema debe ser visto no sólo pensando en quienes han cruzado ya o están a punto de cruzar la difusa línea que separa a la adultez de la ancianidad, sino también en quienes todavía están lejos de ese punto. Es así porque según las proyecciones demográficas, son los jóvenes de hoy –quienes tienen menos de 35 años– los que por primera vez en la historia vivirán en un mundo poblado mayoritariamente por ancianos. Son, por eso mismo, los más interesados en construir hoy el mejor futuro posible.

Los retos que tienen que ser afrontados son complejos e incluyen aspectos económicos, políticos, sociales, culturales y también psicológicos, pues un dato que sobresale si se mantienen las tendencias actuales es el que prevé una creciente incidencia de las enfermedades mentales, desde las depresiones anímicas hasta las más severas, como la demencia senil.

Como es por demás evidente, e independientemente del ángulo de optimismo o pesimismo desde el que se lo avizore, el desafío no es pequeño y no es asunto del futuro sino del presente. De lo que se haga hoy en todos los niveles mencionados dependen los resultados que se obtengan en un futuro no lejano. Razón más que suficiente para atender las recomendaciones e incorporar el tema en un lugar privilegiado de la agenda nacional.

Fuente: Los Tiempos (Redacción Central)

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