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Madrid (España), 1 de septiembre de 2013. Por Enrique Pozón (Doctor en Ciencias de la Educación). Todos queremos vivir el máximo tiempo posible, lo que nos aboca a llegar a ser viejos. Ahora bien nadie quiere serlo bajo los estereotipos que rodean a ese concepto.

En los últimos veinticinco años ha surgido una nueva forma de envejecer con un modelo mucho más integrador: el «envejecimiento activo». Se trata de afrontar lo que supone para la humanidad conseguir incrementar su esperanza de vida en unas condiciones globalmente mucho más óptimas de las que hasta ahora venía disfrutando, provocando un doble efecto: por un lado, contribuir a cambiar la imagen social que sobre esta etapa de la vida se venía teniendo; y por otro, conseguir que el logro que ha supuesto para la humanidad llegar a estos parámetros del envejecimiento no se convierta en un problema. Ante este reto debemos «saber estar» de una manera satisfactoria en la etapa de persona mayor.

La política social de participación se concreta en viajes, excursiones, lugares de reunión, actividades culturales, etcétera. Todo eso está muy bien. Pero el siglo XXI pide otro nivel que permita que los mayores se impliquen en la sociedad desde el punto de vista de la reflexión y la crítica.

El paradigma del envejecimiento activo es de reciente formulación y por tanto va a requerir notables esfuerzos en todos los niveles, públicos y privados, para alcanzar sus objetivos. Las instituciones han tenido el arrojo y la voluntad para iniciar el camino, poniendo en marcha una nueva cultura en torno al envejecimiento. Pero ello impone la necesidad de señalar la escasa efectividad de lo que surge de las instituciones, si la sociedad civil, en nuestro caso las personas mayores, no formen parte de las decisiones que se tomen. Es la sociedad de a pie la que tiene que decir y responder a las necesidades de una población muy heterogénea con intereses personales muy diversos.

Hasta ahora han predominado las intervenciones de expertos y especialistas en multitud de actos. Discursos desde arriba que no permiten escuchar la voz de los verdaderos protagonistas, los mayores, destinatarios del modelo.

Como consecuencia es necesario la difusión y comprensión integral del envejecimiento activo en el colectivo de las personas mayores, promoviendo la eliminación de estereotipos negativos; facilitando la comprensión de la diversidad inherente de este grupo de edad; facilitar el acceso a iniciativas de formación que les proporcione nuevos intereses, recursos y oportunidades de encuentro y realización personal; contribuir a que desarrollen un estilo de ocio activo, motivando su participación en todos los ámbitos de la vida.

Pero prudencia. Tanto contenido en un mismo significado hace peligrar su significación, que puede desembocar en un activismo envejecido. No se trata de matar a los mayores en actividades, sino de aportar otros ingredientes. ¿A mí me importa envejecer mejor? Sí, pues, ¿qué puedo hacer para ello? Hay tal cantidad de visiones y significados de un mismo concepto que es aconsejable que dejemos de hacer recetas y respetemos que cada persona haga lo que quiera para prepararse para la vida.

Las personas mayores se encuentran en condiciones de fortalecer y desarrollar actividades intelectuales, culturales o físicas, retrasándose así el deterioro mental y anímico que ocurre en el proceso fisiológico del envejecimiento.

Han de sentirse protagonistas para conseguir con su actitud, que la vejez sea una etapa más completa de desarrollo vital y no una fase de declive y déficit. Demostrar con su conducta que todavía pueden alcanzar cotas más altas en los diversos campos tecnológicos, familiares, sociales o económicos para los que se encuentran preparados.

Pueden y deben tener proyectos, aunque sea innegable cierto declive biológico.

Fuente: Diario de Córdoba

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