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Bogotá (Colombia), 22 de febrero de 2014. Colombia debe corregir uno de los más grandes yerros que como colectividad tiene, enmendar su protuberante y perenne falta de respeto hacia un sector de compatriotas que es fundamental, cada vez más numeroso y que pese a ello, es menospreciado y no se le da la atención privilegiada que merece. De manera desafortunada, colectivamente se cree que la población de mayores adultos es solo un sector marginal, sin mayor importancia ni significación.

En el país es de buen recibo burlarse de la tercera edad. Miopemente el país desaprovecha la experiencia, sabiduría y capacidad de trabajo que dan los años vividos y se desprecia valiosa mano de obra que podría estar aportando al desarrollo nacional. Los colombianos tienen ideas equivocadas de lo que es ser adulto mayor.

Uno de los dramas más graves que viven los adultos mayores es la pérdida del valor real de lo que por concepto de pensión cobran mesada tras mesada, mientras sus necesidades vitales exigen cada vez más altas inversiones de dinero. No debe olvidarse que mientras el salario mínimo mensual para 2014 subió un 4,5%, las pensiones solo fueron reajustadas en 1,94%. Es decir, ¿cuánta capacidad adquisitiva perdió cada pensión?

Infortunadamente hay una apreciación inexacta y colectiva de que los adultos mayores son sólo una proporción marginal de la población, no significativa para el país. Pero no es así. Por el contrario, cada vez aumenta más el número de quienes engrosan el segmento de los adultos mayores ya que ha crecido la expectativa de vida en los seres humanos y la población nacional está envejeciendo.

Es necesario corregir tal comportamiento, dar más atención a quienes hoy forman parte de la población que está en la tercera edad, revisar el monto real de las pensiones por ellos devengadas y cambiar la actitud hacia ellos observada.

Reivindicar los derechos de este segmento de la población y recuperar el valor real de las mesadas pensionales, no deben ser mascarones de proa de algunos candidatos a corporaciones públicas, sino banderas reales del gobierno para hacer justicia con un importante sector de nuestra población, subestimado y vejado con mucha más frecuencia de la que se cree.

Fuente: La Vanguardia

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