Santiago de Chile, 29 de marzo de 2014. De acuerdo a los indicadores del Censo de 2002, los adultos mayores representaban en ese año sólo el 4.3% de la población de Chile. Hoy en día este grupo etario constituye alrededor del 10%. Si bien no existen datos oficiales formales del último Censo, por las dificultades que este tuvo en su aplicación y tabulación, el dato que sí está disponible es que la esperanza de vida de los chilenos y chilenas promedia hoy los 80 años. Y aunque es efectivo que diferentes problemas de salud asociados a la edad se hacen presentes, no es menos cierto que existe una población adulta mayor que reclama mayor participación en el mundo del trabajo y en todo tipo de actividad. No en vano existen hoy muchos municipios que cuentan con programas o departamentos especiales para atender las demandas de los adultos mayores, hay planes especiales para este segmento de población y una serie de medidas que se han venido implementando sostenidamente en los últimos años.
No cabe duda que los mecanismos de protección social implementados por los dos últimos gobiernos representan un gran avance. Pero aún no logran la cobertura ideal para garantizar la calidad de vida de los adultos mayores. El sistema de pensiones, dada su forma, ha hecho que una gran cantidad de adultos mayores tenga ingresos insuficientes, algunos derechamente miserables, y los cuestionamientos al sistema previsional también ya comienzan a evidenciar que los que pasan a la vida inactiva percibirán ingresos muy por debajo de sus necesidades económicas, amenazando en transformar a muchos adultos y adultas mayores en condición de jubilados, en ciudadanos y ciudadanas que vivirán en condiciones de precariedad o definitivamente de pobreza.
De hecho estimaciones de la agrupación de empleados fiscales-ANEF, señalan que los varones están recibiendo pensiones que llegan solo al 33% de los ingresos que percibían al momento de jubilar y las mujeres están en una peor condición, con una renta promedio del 20% de su último ingreso como trabajadora activa.
Por ello es que la implementación de nuevos criterios de protección social constituye claramente un avance, como asimismo la creación de programas especialmente dedicados para satisfacer demandas de recreación y estudio. No obstante, aún pesa una tendencia a marginar a los mayores, discriminándolos de diferentes modos y en ocasiones sufriendo maltrato físico y/o psicológico, como el abandono y la falta de consideración que los excluye y margina.
Los espacios de participación ciudadana deben ampliarse a este grupo etario y reconocer su importancia política, cultural, social y económica en nuestra sociedad. La idea de familia, conceptualmente, debe también actualizarse, de manera que en ella se fomente y apoye la integración, la consideración y terminemos, con ese trato, que les margina y nos impide obtener los bienes de la experiencia y conocimientos de los que son poseedores los adultos.
Para qué hablar del tema político, donde la influencia de este grupo será cada vez más decisiva y desde su silencio, bien puede sorprendernos con decisiones de voto que rompan los criterios actuales para abordar el tema que a ellos y ellas los involucra.
Fuente: El Divisadero