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Asunción, 2 de octubre de 2012. Uno de los sectores sociales más descuidados y desprotegidos por el Estado es el de los adultos mayores. Si bien hay leyes que les favorecen para disfrutar de una vejez digna, muchas de ellas duermen en los papeles, sin que haya habido voluntad política para cambiar la situación de las 500.000 personas mayores de 60 años.

La proyección estadística adelanta que en el transcurso de los próximos años disminuirá sensiblemente la población joven -que hoy es mayoría-, mientras que la de más de 60 años aumentará de manera acelerada. Ante esta perspectiva, es necesario implementar con urgencia políticas públicas de previsión.

Los estudios realizados por la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos-DGEEC dan cuenta de que en la actualidad un poco más del 60 % de la población paraguaya es menor de 30 años. La estadística revela que hoy hay 7 menores de 20 años por cada persona que tiene o sobrepasó los 60 años. Esta relación, sin embargo, variará en los próximos 15 años, pasando a ser de 4 jóvenes.

Esa proyección vaticina que a corto plazo el mapa demográfico presentará un panorama diferente: la población de adultos mayores del país -que es de alrededor del 5 %- irá en aumento mientras que la cantidad de jóvenes descenderá sensiblemente. En el 2050 la cantidad de adultos mayores superará a la de jóvenes.

La celebración ayer día 1 del Día Internacional de las Personas de Edad permitió tomar conciencia acerca de una realidad que carece de visibilidad suficiente. La sensibilidad hacia grupos sociales que viven marginados u olvidados, sin embargo, demanda que la ancianidad sea un tema prioritario. Las sociedades muestran su grado de civilización por la forma en que tratan a sus adultos mayores.

Un amplio porcentaje de las personas que tienen 60 o más años se encuentra hoy en franca desprotección. El 88 % de ellos carece de pensión y jubilación. Los beneficiarios de la Ley de Pensión Alimentaria son escasos, y los obstáculos para acceder a lo que manda son, para muchos, poco menos que insalvables.

La atención a la salud es el punto más crítico. Los servicios públicos no ofrecen respuestas de calidad a los ancianos que requieren especialistas, cuidados personalizados, medicamentos de altos precios,…

Por otro lado, la conciencia de respeto hacia los adultos mayores se va perdiendo de manera acelerada. Ello se da tanto a nivel institucional y personal. La falta de consideración hacia quienes ya tienen sus facultades físicas disminuidas por el paso del tiempo muestra la insensibilidad de algunos sectores sociales.

Ante esto, el Estado y la sociedad civil tienen que sumar esfuerzos para apoyar a los que han superado la etapa de mayor productividad en la vida. El país tiene que darles respuestas satisfactorias que apunten a su bienestar y prepararse para afrontar lo que se avizora ya en el horizonte.

Una política pública que tenga por objetivo proteger a los adultos mayores en todos los ámbitos es lo que se espera. Esto implicará no solo cumplir las leyes vigentes sino, sobre todo, con creatividad, generar las condiciones para que los adultos mayores sean tratados con justicia.

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