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Montevideo (Uruguay), 20 de octubre de 2015. En el año 2014 casi la mitad de las personas adultas mayores en Uruguay estaban casadas (45,2%), un tercio (32%) es viuda y el 23% restante se reparte entre solteras, divorciadas y en unión libre. Por sexo, se observa que la viudez es significativamente más frecuente entre las mujeres: seis de cada 10 varones están casados (63,7%) mientras que 3 de cada 10 mujeres se encuentran en la misma situación.

Un corte por edad también visualiza diferencias: al avanzar los años, la viudez pasa a ser la situación predominante (53.5%) alcanzando a 5 de cada 10 personas de más de 80 años, mayoritariamente a las mujeres.

Entre las personas mayores se constata que 4 de cada 10 tienen entre 4 y 6 años de instrucción formal, a lo que se suma un 5% que no tiene instrucción y un 15% que tiene entre 1 y 3 años de ella. El resultado es que 6 de cada 10 no supera los 6 años de instrucción, aunque es esperable que en futuro los niveles educativos sean superiores ya que vienen creciendo generación tras generación.

Seguridad económica

Las desigualdades de género que se observan en el mercado laboral y en la distribución del trabajo remunerado y no remunerado, derivadas de la división sexual del trabajo, impactan en la percepción de ingresos en la vejez.

Si bien la tasa de actividad de las mujeres aumentó considerablemente en los últimos 40 años, aún tiene distancia con la de los varones en la población activa (55.9% a 74.3% en 2014) y se mantiene entre la población adulta mayor.

Las mujeres se insertan en empleos de menor valoración social y económica y además enfrentan mayores dificultades para articular responsabilidades familiares y actividad laboral. Asimismo, suelen abandonar parcial o totalmente el trabajo remunerado por la crianza de hijos/as, lo que no sucede con los varones. Todo esto se refleja al llegar a la mayor edad en el acceso a las jubilaciones y en el menor monto de las mismas.

La cobertura de seguridad social es alta en Uruguay: en 2014 el 83.8% de los varones mayores y el 62.2% de las mujeres cobraba una jubilación, siendo la proporción aún superior en el tramo etario de 80 y más años.

La cantidad de mujeres que cobra pensión es muy superior a la de los varones, cuyo porcentaje es menor al 8%. Esto es negativo para ellas, porque habla de menores ingresos y menos derechos.

En general, las personas mayores ocupan una mejor posición económica en relación al resto de los grupos etarios: hay una baja proporción de ellas que son pobres (2%). Pero la desigual distribución familiar de los ingresos suele perjudicar a las mujeres, por su menor poder de decisión sobre los ingresos del hogar. El Censo 2011 muestra que las personas mayores con al menos una necesidad básica insatisfecha representaron el 23.2% de las personas mayores.

Salud y autonomía

Si bien la esperanza de vida sana al nacer es mayor para las mujeres, ellas suelen pasar más años de vida con limitaciones funcionales que los varones (la brecha es de 10 puntos porcentuales), debido a las inequidades sufridas en el transcurso de su vida.

La incidencia de enfermedades infecciosas se redujo, las crónicas no transmisibles son la mayor causa de muerte en el país. Estas suelen ser de curso prolongado, no se resuelven espontáneamente y raramente se curan en forma completa.

En Uruguay, las enfermedades del aparato circulatorio se ubican como la primera causa de muerte, seguida por los tumores y las enfermedades del aparato respiratorio.

Además de representar un riesgo de muerte en algunos casos, estas enfermedades menoscaban el estado de las personas, generando limitaciones a nivel cognitivo y funcional. Las limitaciones para ver y caminar son las más frecuentes y afectan en mayor proporción a las mujeres. Sobrepeso y obesidad, hipertensión arterial y elevada glucosa en sangre son otros factores determinantes de limitaciones.

El deterioro de la función neurocognitiva afecta la capacidad de vivir en forma independiente y productiva. La prevalencia de enfermedades mentales aumenta con la edad, incluyendo trastornos afectivos, demencias, psicosis, abuso de sustancias; también inciden en la salud mental el abuso, maltrato y/o negligencia en los cuidados. Se estima que más del 10% de los mayores de 65 años padece alguna forma de demencia y puede llegar a cifras del 35% a los 95 años.

Las mujeres tienen una peor autopercepción de su salud que los varones, que mejora entre las que se sienten satisfechas y apoyadas por sus redes sociales.

A medida que avanza el envejecimiento de una población, aumentan las demandas sobre el sistema de salud y también se incrementa el número de medicamentos consumidos.

Bienestar general

Siete de cada 10 personas adultas mayores son propietarias de la vivienda en la que residen, pero hay otros factores que pueden lesionar ese derecho, como la calidad de los materiales de la vivienda, hacinamiento, acceso a servicios básicos, satisfacción con las actividades que permite la vivienda, entre otros. Además, una vivienda sin un grado mínimo de accesibilidad puede ser sinónimo de aislamiento, inseguridad o malestar.

Seis de cada 10 personas adultas mayores viven en una vivienda con un estado de conservación bueno, pero lo preocupante es que el resto lo hagan en una cuya conservación es mala o muy mala.

La situación respecto de los servicios básicos es predominantemente buena, pero hay un 5.5% que vive en un hogar con alguna necesidad básica insatisfecha referida a la vivienda.

En 2001 una encuesta indicaba que el 10.8% de los adultos mayores en Montevideo había dejado de salir de su casa por temor a caerse.

Estilos de vida

Aproximadamente en uno de cada 3 hogares vive una persona de 65 años o más y en uno de cada 10 una persona de 80 años y más. El 37,3% de las mujeres vive sola frente al 22% de los varones.

Más de la mitad de ellos vive en hogares nucleares (55.3%) pero eso ocurre con menos de un cuarto de las mujeres (23.6%). Hay una alta proporción de hogares con personas mayores como jefe o jefa de hogar (37.6%). Cuatro de cada 10 jefas vive sola y un 26.7% en pareja sin hijos/as.

Se denomina redes sociales al conjunto de relaciones interpersonales que integran a una persona con su entorno social y le permiten mantener o mejorar su bienestar material, físico y emocional. El 88% de las personas mayores declara tener hijos y un 82% nietos.

Casi un tercio vive con un hijo en el hogar, sobre todo las mujeres. Un 72% tienen cercanía geográfica con sus hijos , un 69.8% tiene contacto con familiares semanal o quincenalmente y un 84.5% se comunica telefónicamente con sus afectos al menos una vez a la semana.

El contacto con personas fuera de la familia se manifiesta respecto de vecinos en un tercio del total de personas adultas mayores. Cuando los familiares constituyen la única red de apoyo emocional o vincular, puede resultar una sobrecarga para ellos.

Más de la mitad de personas que participan en organizaciones de la sociedad civil (23.4%) lo hace con fines recreativos, sobre todo las mujeres. Los mujeres participan menos, y si lo hacen es en organizaciones reivindicativas.

Abuso y maltrato

Quienes ejercen maltrato sobre las personas mayores suelen ser conocidos por ellas y lo más frecuente es que suceda dentro del contexto familiar o el ámbito en el cual se proveen los cuidados. Las que viven en establecimientos de larga estadía también están expuestas al maltrato institucional y lo sufren en centros de salud u hospitales.

El maltrato incluye infantilización, despersonalización, deshumanización, victimación. Quienes más padecen el maltrato en el ámbito del cuidado suelen ser mujeres mayores de 75 años, dependientes en sus actividades de la vida diaria y con aislamiento social.

A partir de julio de 2013 el Inmayores gestiona el Servicio de Atención a personas mayores víctimas de violencia intrafamiliar. Desde 2014 a la actualidad, 89 personas consultaron al servicio y a julio de 2015 estaban siendo atendidas 57. Quienes más consultan son las mujeres (82%) y el maltrato más asiduo es el psicológico.

Cuidar y cuidarse

Con frecuencia las personas mayores desempeñan funciones en las familias y en la comunidad en cuidados brindados a sus miembros, trabajo productivo de subsistencia, mantenimiento de los hogares y realización de actividades voluntarias. Tradicionalmente, los cuidados están asociados a la identidad femenina.

En Uruguay un 11.5% de las personas mayores de 64 años se encuentra en situación de dependencia, 3.2% de ellas con dependencia severa, que demanda ayuda para realizar cuatro o más actividades básicas. La dependencia impacta en mayor medida en las mujeres. El 64% recibe ayuda, y el 36% no, lo cual coloca a este grupo en riesgo de vida.

La ayuda es provista fundamentalmente por familiares convivientes, a razón de 4 horas como mínimo por día. La ayuda disminuye a medida que se avanza en edad.

Las mujeres representan el 93% de las personas ocupadas en el cuidado; en general tienen bajo nivel de escolarización y pocas opciones de ingreso al mercado laboral. Los cuidados son un sector especialmente afectado por la informalidad contractual.

Según el Censo 2011, el 2.5% de la población adulta mayor residía en establecimientos de larga estadía, pero eso no condice con las percepciones populares, lo que habla de la informalidad de los establecimientos privados que lleva a la subdeclaración.

A agosto de 2015 Inmayores llevaba registrados 1.030 establecimientos, entre residenciales, hogares sin fines de lucro y servicios de inserción familiar, con mayor peso de los primeros (75% del total).

Relevada información sobre 485 de ellos, en los que residen 8.589 personas, se encontró que 8 de cada 10 residentes son mujeres y 7 de cada 10 tienen 80 años y más.

El total de trabajadores en los establecimientos de Montevideo y Area Metropolitana asciende a 3.546 personas, representando las mujeres el 86%, 94.6% de las cuales son las que cuidan, los hombres hacen otro tipo de tareas.

Respecto de la formación, 9 de cada 10 trabajadoras/es carece de formación en cuidados; el 6.1 tiene capacitación en enfermería.

Fuente: República

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