¿Qué pasa con el cuidador cuando el cuidado se acaba?

Madrid (España), 21 de abril de 2016. Por Eva Lorenzo, Trabajadora Social y autora del blog Mi rincón de apoyo al cuidador

¿Qué pasa cuando los cuidadores informales ya no tienen una persona a quién cuidar? ¿Cómo vuelven a su antigua vida de manera saludable? ¿Quién los orienta/apoya en esa reintegración en la sociedad?…

Estas preguntas tienen una gran importancia si tenemos en cuenta que cerca del 30% de las personas que en algún momento de sus vidas estuvieron a cargo por un largo tiempo del cuidado de otra persona tiene que recurrir a algún tipo de psicofármaco cuando finaliza su labor de cuidado, y el 54% de ellos valoran de manera negativa su estado emocional presentando sentimientos de ansiedad, tristeza, desgana e, incluso, depresión.

Muchos reconocen haber dejado de lado su anterior vida, trabajo, amistades o hobbies y presentan dificultades a la hora de volver a retomar dichas actividades.

Y es que, aunque reconstruir la vida después de un largo período de cuidados es la última etapa por la que debe pasar el cuidador y puede parecer que es la menos dura o la más fácil de llevar, esto no siempre es así, ya que puede venir acompañada de sentimientos negativos y dolor (en caso de fallecimiento o ingreso residencial), conflictos a la hora de abandonar el rol (en caso de curación del enfermo), o por dificultades para adaptarnos a la nueva realidad (empleo, formación…).

Estar inmerso durante un tiempo en el cuidado de una persona en situación de dependencia, traslada a la persona a una realidad paralela a la vida cotidiana que hasta entonces llevaba. Todo lo que tiene que ver con los cuidados y la enfermedad parece tomar las riendas, y el cuidador puede llegar a sentir que es el único propósito de su vida, encuentra su verdadero sentido y se siente válido para ello.

Esta situación se ve incrementa si, además, durante ese tiempo la persona encargada de prestar los cuidados se ve obligada o abandona voluntariamente su empleo, amigos, relaciones sociales, ocio… Es decir, si no promueve su propio autocuidado.

Al tener que abandonar su rol, sea por la razón que sea, el cuidador siente vértigo, una sensación de vacío y una pregunta inunda su cabeza: ¿qué hago ahora?

Aunque pueda parecer incongruente, ya que debería aflorar un sentimiento de libertad o alivio, la verdad es que en no pocas ocasiones no resulta fácil y si se añade también la tristeza por la pérdida del familiar, o la culpabilidad por tener que haber recurrido a un centro residencial, la vuelta a la vida cotidiana se presenta complicada.

La etapa de reintegración va a suponer un período de inflexión, de cerrar etapas, de perdón y de establecer objetivos que permitirá al cuidador poder retomar su vida anterior de manera saludable, motivadora y sin rencores pasados.

Esta etapa será vivida por cada cuidador de un modo diferente dependiendo de muchos factores como, por ejemplo, el tiempo dedicado a los cuidados, el tipo de enfermedad, la relación familiar…  Y aun así existen ciertos consejos o pautas generales a seguir.

”No dejes cabos sueltos”

Cerrar cualquier etapa en la vida implica dejar de pensar en el pasado con dolor, culpa o lástima. No podremos mirar hacia delante si estamos continuamente recordando los posibles errores cometidos o las cosas que dejamos de hacer. Una de las “ventajas” de ser cuidador, es que pueden tener la oportunidad de despedirse y/o expresar los sentimientos a la persona que cuidan, cerrar capítulos, zanjar rencillas o, simplemente, expresar afecto y amor.  Pero aun existiendo esa posibilidad, en ocasiones, queda algo por decir, lo que hace que no se logre romper con el pasado para poder avanzar hacia el futuro.

Si vuestro familiar reside en una residencia todavía podéis intentar solucionar esta situación y liberaros de pensamientos tan dañinos para la salud. Si por el contrario ha fallecido, existen varias técnicas que pueden ayudaros a soltar ese lastre que arrastráis.

De manera individual escribid en una nota o carta unas líneas que comiencen con la siguiente frase “Me hubiera gustado decirte que….”, ya que escribir los sentimientos en un papel puede ser muy enriquecedor y, sobre todo, de utilidad para enfrentaros a vosotros mismos, perdonar, olvidar rencores, poder recordar sin dolor y seguir adelante con positividad.

Este ejercicio también tiene su versión grupal para casos en los que la tarea de cuidar ha implicado a varios familiares. Por ejemplo, en crear un círculo entre todas las personas y que cada una de ellas exponga oralmente lo que más le gustaba de su familiar y lo que menos. También se pueden expresar sentimientos o pensamientos que en vida no se dijeron. Es totalmente adecuado para potenciar la unión familiar y retomar de manera conjunta la vida pasada.

Fuente: Geriatricarea

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