Los hogares unigeneracionales están asociados a un mayor índice de bienestar

Buenos Aires (Argentina) 9 de abril 2015. Los abuelos que viven con personas de la misma edad envejecen felices. Después de los sesenta años, vivir entre pares sería, junto al nivel socioeconómico y la salud, uno de los factores que más inciden en la percepción de la propia felicidad. Así lo advierte al menos una investigación sobre las condiciones de vida e integración social de las personas mayores en Argentina que presentó el Observatorio de la Deuda Social.

Los abuelos que viven con personas  de la misma edad envejecen felices El 84,6% de los argentinos mayores de 60 años se considera una persona feliz, lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta que cerca del 80% de ellos vive con la jubilación mínima.

Mi concubina”, bromea Mabel (73 años) abrazando a Lucy (71), tras reconocer que el suyo es “un matrimonio feliz”. Compinches de toda la vida, ambas comparten un departamento vecino a la plaza Moreno desde que hace tres años la primera de ellas quedó viuda y la otra se dio cuenta de que se sentía mejor con su amiga que en la casa de su hijo, donde “cada vez tenía menos lugar”. El suyo no es por cierto un caso extraño: los hogares unigeneracionales constituyen un modelo que no sólo ha venido creciendo notablemente en Argentina a lo largo de las últimas décadas sino que, según revela un nuevo estudio, constituye además una de las claves de la felicidad al envejecer.

Después de los sesenta años, vivir entre pares sería, junto al nivel socioeconómico y la salud, uno de los factores que más inciden en la percepción de la propia felicidad. Así lo advierte al menos una investigación sobre las  condiciones de vida e integración social de las personas mayores en Argentina que presentó este miércoles el Observatorio de la Deuda Social.

Impulsado por la Universidad Católica Argentina y la Fundación Navarro Viola, el estudio traza un valioso perfil sobre cómo viven los mayores de 60, un segmento demográfico que abarca ya seis millones de personas y es uno de los que más ha crecido en el país. Y en ese contexto  muestra que el grado de autosatisfacción con la propia vida -contra lo que suelen creer muchos jóvenes-  no sufre gran mella al llegar a esa edad.

De hecho, según los resultados del estudio, el 84,6% de los argentinos mayores de 60 años se considera una persona feliz, lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta que cerca del 80% de ellos vive con la jubilación mínima, un 20% reside en hogares que presentan rasgos de inseguridad alimentaria y uno de cada cuatro reconoce sufrir una enfermedad grave o tener serios problemas de salud.

Más allá de algunos achaques y del hecho de que “la plata nunca alcanza”, Mabel y Lucy -como gran parte de los 2 millones de mayores que conviven entre pares en Argentina- sienten que su elección les genera mucho bienestar. “Los nietos son lo mejor de la vida, pero en su propia casa -comentan ellas con una sonrisa pícara-: acá somos nosotras las que elegimos lo que se habla en la mesa y lo que mira en la televisión”.

Cuestión de elección

¿Dónde se encuentran más frecuentemente las personas mayores que se consideran muy felices? “En primer lugar entre las del estrato socioeconómico más alto. Y en segundo, entre las que no tienen problemas de salud por un lado, y por el otro, entre las que viven en hogares compuestos sólo por personas de su edad”, explica el doctor Enrique Amadasi, coordinador del Barómetro de las Personas Mayores de la UCA y principal responsable de la investigación.

Aunque constituye uno de los hallazgos del estudio, el hecho de que los hogares unigeneracionales aparezcan asociados a un mayor índice de bienestar no sorprende a Silvia Gascón, directora de la Maestría en Gerontología de la Universidad ISalud y miembro del consejo directivo de HelpAge Internacional. “Ya sean marido y mujer, hermano y hermana, consuegras  o amigas, cuando  las personas mayores tienen la posibilidad, prefieren en general vivir con otras de una edad afín”.

Tras mencionar que el número de hogares compuestos sólo por adultos se duplicó en apenas los últimos dos censos, Gascón explica que “si bien esto responde en parte a que los mayores de esta generación, a diferencia de sus antecesores, tienen en un alto porcentaje vivienda propia y cobertura previsional, también pasa por una cuestión de elección. Contra lo que piensan en general sus hijos, el hecho de que no quieran irse a vivir con ellos cuando enviudan no es sólo porque no deseen abandonar su hogar”.

Lo que uno escucha entre la gente grande es que al vivir entre pares encuentran mayor compañía, mayor apoyo, más posibilidades de compartir necesidades y gustos; una realidad que contrapone a la descripta por muchos de quienes viven en hogares multigeneracionales, donde la propia dinámica de las familias actuales los tiende a relegar”, explica Gascón.

Pero una cosa es vivir entre pares y otra muy distinta en un hogar unipersonal, aclara la especialista señalando el sentimiento de soledad y la vulnerabilidad que suele traer aparejada esta elección al llegar cierta edad, un fenómeno que de hecho aparece reflejado en el estudio del Barómetro de la Deuda Social.

En lo que hace al tipo de hogar, el mayor grado de infelicidad  (21,8%) se encuentra entre las personas mayores que viven solas. Es el factor que más condiciona la infelicidad, incluso más que el nivel socioeconómico”, explica Enrique Amadasi. Es así que, si se tiene en cuenta que las personas más felices son las que conviven sólo con otros mayores, básicamente parejas de su edad, resulta comprensible que cuando uno enviuda y pasa  vivir solo, la percepción de infelicidad sea hasta dos veces mayor.

Dinero y salud

Aunque no es novedoso que la percepción de infelicidad tienden a aumentar con los años, la investigación realizada por el Barómetro de la Deuda Social entre unos 6 mil adultos mayores muestra que la felicidad merma menos entre los 60 y los 75 años de vida (donde el porcentaje de quienes se consideran desdichados pasa del 14,6 al 17,5) que entre los 18 y los 59 años (donde pasa del 7,4 al 11,5). En otras palabras, el hacerse viejo no impacta tanto como suele creerse sobre nuestra sensación de autosatisfacción.

El trabajo muestra a su vez que si bien en este sentido no existe gran diferencia entre hombres y mujeres, sí la hay en cuanto a nivel educativo. “A menor educación, mayor infelicidad: entre los adultos que no terminaron el secundario, el porcentaje de los que se consideran infelices (17,5%) resulta bastante más alto que entre quienes completaron ese nivel (12,1%)”, señalan los autores de la investigación.

Cualquier sea la variable analizada, desde la capacidad de ahorro hasta la salud, los adultos mayores con mayor nivel educativo son los que se encuentran en mejor posición. Pero el nivel educativo –explica el doctor Amadasi– no tiene incidencia por sí mismo sino porque constituye un claro indicador de estratificación social. Hace sesenta años las oportunidades de acceder a una educación no eran igualitarias como lo son hoy,  por lo que el hecho de haber estudiado los ubica ya de por sí en una mejor posición social”.

Junto con el nivel socioeconómico y el hecho de compartir la vida con personas de su misma generación, el otro gran factor que repercute sobre el grado de felicidad de los adultos mayores es su percepción sobre el propio estado de salud.

Como muestra el estudio, la diferencia entre quienes declaran padecer enfermedades graves y quienes declaran no tener problemas de salud es enorme. Mientras que el porcentaje de personas que se consideran infelices entre los primeros es del 20,2%, en el segundo grupo se reduce a casi la mitad (11,1%). Aún así, de cada dos personas mayores, incluso con estados de salud críticos, una asegura que es “muy feliz”.

Los hogares donde sólo viven mayores de 60 años son cada vez más numerosos en el país y aparecen asociados a índices más altos de bienestar.

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