Mucho camino por recorrer para mejorar la calidad de vida de los mayores hondureños

Tegucigalpa (Honduras), 7 de abril de 2014. Honduras es, a nivel de Latinoamérica, el país que ofrece las peores condiciones de vida a sus adultos mayores. Esa triste realidad la refleja el Índice Global de Vigilancia del Envejecimiento del año 2013, realizado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la organización Healp Age International.

La investigación se hizo en 91 países que incluyen un 89 % de la población mundial con 60 años o más. En el ranquin, Honduras ocupa la posición 82, es decir, que solo viven una situación más precaria los adultos mayores de nueve países más, entre estos Nigeria, Rwanda y Pakistán, entre otros.

Con el objetivo de identificar la calidad de vida y el bienestar de los mayores el estudio se centra en evaluar, calificando de 0 a 100,una serie de aspectos de la vida de los mayores: la seguridad en los ingresos; el estado de salud; el empleo y educación; el entorno.

El carecer de un esquema de pensiones para las personas de la tercera edad es la principal causa por la cual Honduras figura en la lista de los 10 países del mundo donde se ofrece una menor calidad de vida al envejecer.

En cuanto a ingresos se refiere, de un total de 100 puntos, Honduras apenas obtiene un 9.6 y una de las causas es el hecho de que el país no tenga una pensión social para las personas mayores de 60 años. Apenas un 3.8 % de este grupo de población es beneficiado con una pensión, pues la misma solo la reciben los trabajadores afiliados a los institutos de previsión del sector público y privado, así como los miembros de los institutos de previsión social de los distintos gremios profesionales.

En el ámbito de la salud el país obtiene una calificación de 53.9; en  empleo y educación la puntuación es de 27.8; en entorno sociales de un 53.2.

El informe señala que a los 60 años, la esperanza de vida en Honduras es de 21 años más y de esos, al menos 14.6 años de vida sana. Asimismo, del estudio se desprende que al menos el 98 por ciento de las personas adultas mayores gozan de bienestar psicológico y mental.

Mientras Honduras ocupa la posición 82 en el ranquin mundial, Costa Rica es ubica en el lugar 28, Panamá en el 30, Nicaragua en el 55, El Salvador en el 59 y Guatemala en el 75.

En las calles capitalinas, el mejor ejemplo de trabajo lo dan los adultos mayores, dejando en evidencia esa inseguridad económica calificada en el estudio en mención.

Desde que sale el sol hasta que se oculta, a estos ciudadanos se les ve cargando enormes canastas llenas de frutas, vendiendo llaveros, golosinas, asando elotes, recolectando latas, empacando productos en supermercados o caminando largas distancias con sillas y mesas de madera en sus espaldas.

Cada día lo comienzan sin un centavo en sus bolsillos, sin embargo, sorprende su fe y esa perseverancia que les permite ganarse el pan de cada día pese a sus limitadas fuerzas.

En un supermercado capitalino en el que se escucha música merengue, un anciano baila a ratos, mientras embolsa los productos que una cajera le pasa con rapidez.

“Me pongo a bailar porque uno tiene que mover el cuerpo para que no estar después con dolores, es malo estar solo parado”, comenta el simpático abuelo, quien inicia sus labores a las 7:00 de la mañana y se marcha a las 8:00 de la noche. A pesar de la jornada, las oportunidades de trabajo para los adultos mayores no abundan y por eso él valora hacer las mismas tareas que hacen otros de sus compañeros más jóvenes.

En la ciudad hay un “ejército” de abuelos trabajadores. ¿Acaso no tuvieron hijos? Lamentablemente, la crisis económica y el desempleo obligan a padres, madres, hijos y abuelos a trabajar en las calles. Aunque no se puede pasar por alto el hecho de que cientos de familias dejen a sus mayores a la buena de Dios. En este sentido, y según datos de la Fiscalía del Consumidor y de la Tercera Edad, en los últimos meses han sido procesadas 130 personas, 20 por abandono de sus ancianos y 110 por someterlos al maltrato.

Para el extitular de la Dirección General del Adulto Mayor, dependiente de la Secretaría del Interior y Población (Seip), Francisco Amador, la inseguridad económica que viven miles de ancianos hondureños es un problema que sí tiene solución.

Según el doctor Amador, algunas instituciones, como el Programa de Asignación Familiar (Praf) y la Seip, han dado bonos de 500 lempiras a unas 682 personas adultas mayores en los últimos años. Sin embargo, advierte que lo que necesita este sector vulnerable de la población es la creación de una Ley de Protección Integral, enfocada en aquellos ancianos que viven en extrema pobreza.

La falta de un sistema de pensión social para los adultos mayores es la razón “por la que aparecemos tan mal en las estadísticas; no se otorga una pensión a las personas que viven en extrema pobreza”.

Amador, director del Centro de Reposo del Adulto Mayor (Ceder), comenta que en países como Costa Rica, México, Estados Unidos y también en Europa, los ancianos reciben pensiones vitalicias.“Aquí, en Honduras, vemos cómo montón de gringos viejitos vienen a pasear acá con el dinero de su pensión. Pero a mi gente le toca pedir”, lamenta el entrevistado.

A criterio de Amador, en Honduras sí se puede crear un sistema de pensiones, “el Congreso puede hacer una Ley de Protección Integral para los Adultos Mayores, pero que cubra únicamente a aquellos que están desprotegidos y abandonados”.

“Debe ser una ley integral, lo único es que las pensiones deben enfocarse a la protección de los viejitos que viven en extrema pobreza, no en general, no debe incluir a los que ya pertenecen a un régimen social, como el Seguro Social y los institutos de previsión, ni a los que viven bien y reciben todo de sus hijos”.

Sin embargo, el doctor apunta que muchos mayores que ya cuentan con una pensión necesitan de otro tipo de protección, ya que a veces no se alimentan bien, carecen de sus medicinas y viven en la miseria, por culpa de sus propios hijos.

“Es necesario vigilar que las pensiones de estos adultos mayores sean utilizadas para satisfacer sus necesidades básicas y que no les sean arrebatadas por sus hijos u otros familiares”, como les sucede a muchos adultos mayores actualmente.

 Fuente: La Tribuna

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