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Madrid, 7 de mayo de 2013Melina Fernández. En los últimos años hemos asistido a un cambio en el concepto de atención residencial, pasando de un modelo asistencial a otro más convivencional. Es decir, en el que las personas mayores se relacionan con personas que se encuentren en su misma situación. Este nuevo modelo de convivencia responde al nombre de “Senior Cohousing”. Despegó en Dinamarca en los años 90 extendiéndose pronto a otros países tanto de la Unión Europea como de América del Norte.

Miguel Ángel Mira, presidente de la Asociación Jubilares, una entidad sin ánimo de lucro y dedicada a ofrecer apoyo activo a la creación de comunidades autogestionadas de personas mayores, reconoce que estas comunidades comparten dos principios básicos: las personas son el centro del proceso y los métodos de diseño y gestión son, esencialmente, participativos. De esta manera, los integrantes de la comunidad son los protagonistas.
Miguel Ángel Mira también explica qué es un “Jubilar”: una comunidad autogestionada de personas mayores que comparten el proyecto vital de envejecer bien, en casa, haciendo del envejecimiento activo su forma de vida, generando un ciclo constante de oportunidades de seguridad, participación y salud. De esta manera sacan el máximo partido a las ventajas de la ayuda mutua y del soporte emocional que proporciona la vida comunitaria. De ahí que se hayan denominado “comunidades con sentido”, matiza Mira.
La nueva aportación de este modelo es que, en España, los residentes pueden recibir asistencia a domicilio hasta cualquier nivel de dependencia. Para ello se actúa en dos ámbitos: la asistencia y la arquitectura.
En cuanto a la asistencia, el presidente de Jublilares reconoce que se siguen los principios de la asistencia integral y centrada en la persona (AICP), mediante la figura del “gestor de casos” y para ello cuentan con el apoyo de la Fundación Pilares y de otras instituciones. Es decir, este modelo se caracteriza por un seguimiento continuo y personalizado y por el respeto a la autonomía de cada residente que, tras recibir el consejo de su gestor, tiene la última palabra en cada decisión.
En cuanto a la arquitectura no responde a lo que se conoce como modelo hogar, sino que considera la calidad ambiental de los espacios de vida y del paisaje exterior como elementos terapéuticos, capaces por sí solos de estimular la interacción social, pues son ambientes afectivos, acogedores y luminosos. En este contexto Mira reconoce que no se puede olvidar que han de promover la independencia y crear espacios para la intimidad, además de tener en cuenta las necesidades específicas.
Otros rasgos distintivos
Otro de los rasgos distintivos del modelo “Jubilar” es la participación en todas las fases del proceso de los residentes a través del modelo cooperativo de cesión de uso que estimula y favorece que los residentes pongan parte de su tiempo y sus espacios comunes al servicio del entorno donde van a vivir.
Además, el modelo ensalza el principio de autonomía, que para un colectivo vulnerable, como es el de las personas mayores, representa un derecho fundamental para preservar su dignidad. En un “Jubilar” este principio de autonomía lo asegura precisamente la vida en comunidad a través de los vínculos emocionales y efectivos que ésta genera, pues facilita la implementación de cualquier tipo de recurso externo que se necesite, además de crear por sí misma las ayudas y apoyos efectivos y prácticos imprescindibles para la vida cotidiana, muy especialmente cuando se comienzan a experimentar situaciones de vulnerabilidad.
La asistencia integral y centrada en la persona se convierte así no sólo en la garantía de prestación de servicios asistenciales, guiados por el principio de autonomía, sino en guía y supervisión del propio diseño “Jubilar” y de su metodología del diseño participativo. “De hecho, un ‘Jubilar’ no es una residencia de personas dependientes sino simplemente una nueva vivienda que reúne mejores condiciones para esta etapa”, argumenta Miguel Ángel Mira.
Entorno físico y social
En la actualidad, tanto las personas mayores como sus familias demandan modelos alternativos para poder organizar esta etapa vital, que generalmente comienza con la jubilación. En una comunidad “Jubilar”, de acuerdo con sus proyectos vitales y preferencias, cada persona elige qué decide hacer, pues lo habitual es que los mayores deseen permanecer incluidos en sus comunidades y lugares de residencia hasta el final, recibiendo las ayudas que les permitan vivir dignamente.
Cuando una persona no se siente incluida en la comunidad donde reside tampoco tiene interés por llevar a cabo, en su caso, las obras de rehabilitación de sus viviendas que permitan recibir en sus hogares asistencia hasta cualquier nivel de dependencia. Por eso, “construir primero la comunidad, luego el edificio es un lema de la asociación homóloga holandesa que compartimos, pues el lugar donde uno reside es viable, saludable y eficaz físicamente si existe una comunidad incluyente que asegure el soporte emocional necesario”, argumenta Miguel Ángel Mira.
De ahí que se hable de entorno físico y social, y todas las definiciones más recientes de hogar en este contexto contemplan ese ámbito fluido que rebasa las paredes de la vivienda e incluye el edificio, el barrio, el municipio.
La soledad es un temor fundado cuando nos referimos a situaciones de vulnerabilidad, y se ha comprobado su incidencia en el aumento de la morbilidad y la mortalidad. Hay que luchar contra la soledad como primer factor de exclusión social y de deterioro de la dignidad de las personas.

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